Canarias prefiere pagar 100 dólares el barril de petróleo en vez de poner aerogeneradores por Ángel Tristán Pimienta

Aquí pasa algo raro, más difícil de entender que la enrevesada conjetura de Poincaré: el precio del barril de crudo Brent (la unidad de cuenta del petróleo, más o menos) roza en estos momentos los 100 dólares en el mercado de Nueva York. Las expectativas son que va a subir, hasta alcanzar los récords de 2008 por el efecto de las revueltas en Egipto y el miedo de los especuladores y grandes multinacionales a que las rebeliones se contagien a los países productores.

¿Dónde está la paradoja? En que el barril de aire -si utilizamos un sistema equivalente para medir el viento que mueve las aspas de los aerogeneradores- cuesta exactamente cien dólares menos. Más claro: hay en la actualidad dos materias primas capaces de mover la maquinaria de las economías mundiales. Una es fósil, contaminante y escasa, porque no se renueva sino que se agota, y cuesta dinero; tiene un precio desorbitado para la propia sostenibilidad industrial, y actúa como cerrojo para taponar al Tercer Mundo; y hay otra, gratis, que es infinita, renovable, y que no contamina. Los molinos no consumen aire, no se lo tragan y lo transforman; no. Sencillamente la fuerza del aire mueve las hélices y, hale hop, se produce el milagro de la electricidad.

¿Cómo es posible, entonces, que los países, sobre todo los que no producen petróleo, no apuesten más decididamente por esta alternativa? Es decir, cómo es posible que se prefiera pagar por lo que puede tenerse gratis.

Esa es una primera paradoja; pero hay más. Si en España -vamos a no ir más lejos- poco a poco aumenta exponencialmente la producción eólica… ¿cómo es que el recibo de la luz aumenta sin parar en vez de bajar en picado, proporcionalmente al consumo de aire? Es contradictorio. Dejemos a un lado la amortización de las altas torres tubulares, que tiene sus plazos y que es sólo una parte de la factura. ¿Y el resto?, ¿cómo puede costar lo mismo producir energía a 100 dólares el barril que producirla a cero dólares que es lo que vale el viento, por ahora?

Tercera paradoja. Si a la economía nacional, y a la canaria; y al medio ambiente nacional, y al canario; y al cambio climático mundial, y al canario, les conviene que suba la parte eólica, ¿cómo es que hay tantas dificultades para producirla, tanto en el plano de la autosuficiencia de las viviendas como de la fabricación industrializada? Lo mismo que se pone una antena parabólica puede ponerse un molinillo del mismo tamaño. Frenos que a su vez frenan la competencia.

¿Para qué hacen falta concursos, que encima son un coladero de amaños, como se ha demostrado con los casos de corrupción alrededor del asunto? Lo lógico sería que hubiera un Plan General, que como los de urbanismo, dijera dónde sí y dónde no se pueden levantar parques eólicos o huertas solares; y que la iniciativa hiciera el resto; que las empresas, las instituciones, los emprendedores, los vecinos, pudieran utilizar libremente este recurso energético.

Cualquier comparación con las otras realidades cotidianas demuestra la insostenibilidad del argumento cerracionista. El viento es libre; a nadie se le ha ocurrido, todavía, convocar concursos para la utilización del viento por los barcos de vela y por los balandros deportivos, que, como los aerogeneradores con sus aspas, utilizan la fuerza del aire en movimiento en sus velas para impulsarse por el agua.

En medio de la crisis financiera mundial, agravada en sus orígenes y en su desarrollo por el incremento del factor combustible, se desprecia aumentar el uso de la materia prima gratuita para rebajar los costes. Altamente sospechoso.

Y lo grave en Canarias es que si hace una década las islas estaban a la cabeza de España en producción eólica, ahora están a la cola. Entre tanto, hay políticos preocupadísimos con los pozos petrolíferos submarinos en aguas canarias, mientras desprecian un petróleo gratuito que les pasa por las narices.

Los vehículos eléctricos con baterías de litio no emiten CO2 ni dañan el medio ambiente, siempre que la electricidad provenga de energías renovables, como la eólica, la energía solar fotovoltaica y la termosolar. Los aerogeneradores podrán suministrar la electricidad al vehículo eléctrico, que en un futuro servirán también para almacenar y regular la electricidad intermitente del sector eólico.

Por Ángel Tristán Pimienta, www.laprovincia.es