Dinamarca, potencia eólica

Dinamarca busca encabezar la lucha mundial contra el cambio climático, fundamentalmente a través del desarrollo de tecnologías orientadas al uso de fuentes renovables de energía, entre las que el viento tiene un papel preponderante.

El origen de la búsqueda danesa de un futuro más "verde" puede rastrearse hasta la guerra árabe-israelí de octubre de 1973 y la subsiguiente crisis internacional del petróleo.

En ese entonces, Dinamarca dependía en más de 90 por ciento del petróleo importado, y la crisis forzó al país a dar un viraje de 180 grados en sus patrones de producción y consumo de energía, con la aplicación de severos impuestos y un riguroso marco regulatorio.

Sucesivos gobiernos daneses también fomentaron inversiones en la investigación y desarrollo de fuentes renovables de energía como la eólica y los biocombustibles de segunda generación.

El resultado de estas medidas es hoy en día una industria multimillonaria que aporta decenas de miles de empleos a la economía nacional, que en ese periodo ha crecido casi 80 por ciento mientras que el país ha mantenido un nivel estable de consumo energético.

En vista de las crecientes evidencias del calentamiento global causado por los gases de efecto invernadero, y de sus efectos potencialmente devastadores, Dinamarca ha reforzado en años recientes su búsqueda de fórmulas de desarrollo sustentable.

En marzo de 2008, el gobierno designó una Comisión sobre Cambio Climático -integrada por 10 científicos con conocimientos especiales en los campos de clima, agricultura, transporte y economía-, con la tarea de presentar recomendaciones sobre cómo podría el país volverse independiente de los combustibles fósiles.

Los vehículos eléctricos con baterías de litio no emiten CO2 ni dañan el medio ambiente, siempre que la electricidad provenga de energías renovables, como la eólica, la energía solar fotovoltaica y la termosolar o solar termoeléctrica. Los aerogeneradores podrán suministrar la electricidad al vehículo eléctrico, que en un futuro servirán también para almacenar y regular la electricidad intermitente del sector eólico.

La Comisión presentó en septiembre de 2010 sus conclusiones, según las cuales Dinamarca puede reducir gradualmente su uso de petróleo, gas natural y carbón, hasta eliminar completamente estos combustibles de su repertorio energético para el año 2050.

El gobierno asumió formalmente las recomendaciones del grupo, con lo que Dinamarca aspira a convertirse, en un lapso de cuatro décadas, en el primer país libre de combustibles fósiles.

Es en la búsqueda de esa meta que la energía eólica desempeña un papel cada vez más relevante. Dinamarca fue pionera en este campo en la década de 1970, y actualmente casi la mitad de las turbinas de viento en el mundo son producidas por fabricantes daneses.

En Dinamarca, las turbinas de viento están siempre en el horizonte, generando más de tres mil megavatios de electricidad, es decir alrededor de 20 por ciento del consumo total del país –la proporción más elevada del mundo.

Muchas de estas turbinas se elevan más de 100 metros sobre el suelo o sobre plataformas marinas, cada una con tres hojas de 40 metros de largo cuyas puntas giran a más de 160 kilómetros por hora, como versiones de alta tecnología de los molinos de viento de los bucólicos paisajes holandeses.

A los daneses no parece molestarles mucho la vista de estas enormes torres, quizá porque algunas turbinas son propiedad de cooperativas de residentes, que satisfacen así parte de sus necesidades comunitarias de electricidad.

Desde luego, esta fuente de energía no está exenta de problemas, el más evidente de los cuales es la variabilidad de los vientos.

En días de poco viento, las turbinas pueden permanecer sin funcionar, en cuyo caso plantas de energía que usan diversos combustibles, como desechos agrícolas, biomasa y derivados del petróleo, aumentan su aportación a la red eléctrica nacional.

Por el contrario, cuando el viento es demasiado fuerte y las turbinas generan un exceso de electricidad, Dinamarca se ve forzada a vender este sobrante a precios desfavorables a países vecinos como Noruega y Alemania.

Sin embargo, con la perspectiva del agotamiento (y consiguiente encarecimiento) de los combustibles fósiles y el desarrollo de tecnologías para el almacenamiento de energía excedente, el uso de fuentes renovables como la eólica se perfila como una alternativa a la vez económicamente viable y ambientalmente sostenible.

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