Argentina tiene un gran potencial para la energía eólica

Según el responsable de energías renovables de Greenpeace, Sven Teske, la producción de electricidad en las centrales térmicas europeas ya es más cara que la generada por renovables. Como parte de su gira por América Latina, Teske presentó en septiembre en Buenos Aires el plan de la organización ecologista para reducir en un 80% las emisiones de CO2, un objetivo que creen alcanzable en 2050 si las renovables se convierten en las protagonistas de la nueva matriz energética global.

– Según muchos ecologistas, los políticos están en falta con el desarrollo de las energías renovables, ¿en qué medida dilatan los gobernantes sus decisiones porque carecen de los incentivos necesarios para apostar por alternativas a los hidrocarburos?

-La mejor manera de comenzar un mercado de energías renovables es con un enfoque de abajo hacia arriba. En muchos países, los agricultores juegan un papel fundamental en el desarrollo de estas energías. Son los que pueden cosechar el viento de sus campos, el sol de sus tejados, y los restos de su producción agrícola, transformable en biogas. Las regulaciones que se apoyen en proyectos comarcales son las que permitirán esquemas nacionales. Si se hace así, los políticos entenderán que pueden sacar ventaja en las próximas elecciones si apuestan por las renovables. Los enfoques de arriba hacia abajo no funcionan, siempre es al revés.

La Argentina tiene un gran potencial para la energía eólica en los campos. Allí hay mucho viento que se puede usar para producir energía sin dejar de lado la producción agropecuaria. Un enfoque de abajo hacia arriba fomentaría las inversiones en esas zonas para que los políticos se involucren luego en el tema en un nivel nacional.

– Si es tan conveniente, ¿por qué no lo están haciendo los productores agropecuarios argentinos?

– El problema es que la energía solar y la eólica tienen fama de caras. Ya no es así, pero esa es la reputación. El gas es más caro cada año. Las centrales térmicas hace tiempo que dejaron de reducir su costo de construcción porque están en su última fase de desarrollo. Sin embargo, el precio de la energía eólica sigue reduciéndose año tras año. Con la solar, igual: el equipamiento cuesta hoy la mitad que hace doce meses.

Italia se convirtió en el primer país de Europa donde es más barato producir tu propia energía solar que comprarla en la red tradicional. Por eso están creciendo tan rápidamente los mercados de energía renovable. Pero en países como la Argentina aún tienen la reputación de ser caras.

– ¿Es sólo reputación o es verdad que estas energías son más caras en las economías emergentes?

– En algunos países en desarrollo es cierto que son más caras porque no hay un mercado. Pero una vez que entran más jugadores, el precio cae automáticamente. En China, doblaron la capacidad en molinos cada año desde 2002 y, sólo el año pasado, añadieron 18 mil megavatios en eólica. En un año y medio, China desarrolla lo que toda la Argentina necesitaría.

– ¿Cómo piensan en Greenpeace que se va a desarrollar ese mercado que baje costos?

– Nuestra sugerencia es que Argentina tenga una ley de energías renovables que garantice un precio por kilowatio a los productores. Esto no implicaría casi costos extras y, de haberlos, serían compartidos por todos los consumidores. Gracias a eso sería independiente del presupuesto. Este esquema del precio garantizado permite que los productores agropecuarios y los hombres de negocios financien con créditos los parques eólicos o de placas solares.

– En la Argentina, el Gobierno paga para abaratar la factura de electricidad, ¿por qué iban a hacerla más cara para garantizar ese precio al productor de renovables?

– En muchos países emergentes se subsidia la producción de electricidad para que el consumidor tenga un acceso más barato a la energía, pero sería mejor subsidiar directamente a esas personas que pueden necesitarlo, para que ellos paguen con ese dinero la factura. De la otra forma, al subsidiar la producción se eliminan los incentivos que podría tener el productor para reducir el coste.

– El otro problema de las renovables es el almacenamiento de la energía…

– No es problema mientras se combinen varias. No creemos que haya que depender sólo del viento sino de una combinación que incluya un mecanismo de predicciones.

En Europa, se sabe cuánta energía habrá en la red en las próximas 24 o 48 horas gracias a las predicciones meteorológicas del viento. Por otro lado, tienen los datos históricos de consumo para saber cuánto demandará la gente en 2 o 3 días. Si añadís a la energía eólica y solar las represas, la bioenergía y la geotermal, tenés un mix de fuentes renovables que te aseguran el suministro.

En Dinamarca hace muchos años que lo hacen y hoy tienen más del 20% del suministro garantizado por energía eólica. En comparación con la Argentina, Dinamarca es minúscula. Cuando no sopla el viento, no sopla en casi ninguna parte del país. En la Argentina, la probabilidad de que no haya viento en ninguna parte del país es mucho menor.

– Esa diferencia en el desarrollo energético danés y argentino, ¿es cultural o económica?

– El problema principal para iniciar un mercado de energías renovables es que los proveedores tradicionales de electricidad no quieren cambiar. El primer paso para lograrlo es hacer que estas empresas tengan la voluntad de cambiar. No hay barreras técnicas ni financieras, pero hace falta que los gobernantes quieran hacerlo y que las generadoras de electricidad se comprometan.

El problema de la Argentina es que no hay una política energética sostenible a largo plazo. Para Dinamarca, la principal motivación para lograrlo fue que querían ser independientes de los combustibles fósiles. En gran medida, lo lograron.

Argentina pierde sus glaciares a una velocidad inusitada

A pesar de ser uno de los países que produce menor cantidad de los gases contaminantes que provocan el efecto invernadero (América Latina apenas contamina el 13% del total en el planeta), Argentina está padeciendo algunos de los efectos más graves del cambio climático. Inundaciones, sequías, erosión de los suelos, deforestación y ahora sabemos que nuestros glaciares, fuente de agua y energía imprescindibles para el país, se están derritiendo a mayor velocidad que cualesquiera otros en el mundo. La cumbre de cambio climático de Cancún sirvió para ilustrar muy claramente todas esas desventajas y observar que el país sigue sin tomar un liderazgo mundial que lo convierta en un buen ejemplo a seguir por el resto de la región. Como dijo un delegado danés con gran conocimiento de Latinoamérica en la anterior cumbre de Copenhague: “Argentina está en una posición ideal para convertirse en un país verde. Tiene producción básica agrícolo-ganadera muy fácil de transformar para que deje de contaminar. Tiene una matriz energética bastante limpia. Y eso podría atraer enormes inversiones. Podría ser una gran potencia. Sólo necesita que los argentinos tomen conciencia de esto y una decisión colectiva de todo el entramado político…Ah, y como siempre en Sudamérica, un líder que quiera ponerse al frente de esa revolución”.

El programa de medio ambiente de las Naciones Unidas, PNUMA, dio la alarma acá en Cancún. Lanzó un estudio de 56 páginas muy detalladas sobre el retroceso y derretimiento de los glaciares en todo el mundo. Los de la Patagonia argentina son los más afectados del planeta. En promedio retrocedieron más de 35 metros en los últimos 10 años. Las fotos del glaciar Ameghino que acompañan a esta nota son más que elocuentes. Comparada con la imagen de 1931, los hielos desaparecieron por más de tres kilómetros. Todo esto acompañado por las sequías que provocaron en el 2008 la muerte de un millón y medio de cabezas de ganado. Y las inundaciones que son cada vez más frecuentes y extendidas en el tiempo. Aquí, los meteorólogos y oceanólogos hablan de un fenómeno de deshielos en los polos, así como del aumento inusitado de las precipitaciones y las aguas que desprenden los glaciares que podrían llevar a una creciente de los mares en general de entre medio metro y cuatro metros para finales del siglo. Un estudio de la agencia oceanográfica estadounidense hace una proyección por el que las tierras ya inundables de Sudamérica como la Mesopotamia argentina, todo el sistema del delta del Paraná y las costas del Río de la Plata, podrían quedar bajo el agua. Hablan, en particular del riesgo que corren los sectores con alta densidad poblacional que van desde Rosario hasta La Plata, pasando por toda la zona costera de la Capital Federal. Puerto Madero, por ejemplo, podría quedar gravemente afectado si se llega a producir una cota del río medio metro más alta.

El martes pasado, el gobierno argentino presentó por primera vez lo que en la jerga de las cumbres se conoce como un “side event”, una exposición de lo que está haciendo el país en materia de medio ambiente. “Argentina: Acciones contra el Cambio Climático hacia 2020 en un contexto de Desarrollo Sustentable”, fue el título de la exposición realizada por Homero Bibiloni, el secretario de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación. Lo acompañaron funcionarios y negociadores argentinos en el grupo de tecnologías y adaptación. Bibiloni resaltó como fundamental que los países desarrollados paguen su deuda histórica climática, para lograr la equidad planetaria. Y recalcó la importancia estratégica del país por su producción agrícola y las medidas que se están tomando en ese sector, el de energía y transporte. Se habló de la electrificación de los trenes metropolitanos y buses a base de hidrógeno, proyectos que están pendientes de créditos internacionales. Y se destacó el desarrollo de energía nuclear limpia o el corte de biocombustibles del 5% en naftas y el 7% en diesel. Un punto que remarcaron los funcionarios fue el cambio que se está haciendo de millones de lamparitas por otras de bajo consumo en las reparticiones públicas. Pero no se mencionó qué tipo de acciones reales en el escenario internacional está tomando Argentina para lograr un papel clave en las negociaciones o qué compromisos está dispuesto a asumir el país. Ni se hizo ninguna mención de la recientemente aprobada ley de glaciares. “Argentina sigue aún sin definir claramente qué ficha de ajedrez quiere ser en este tablero internacional complejo de las negociaciones de Cambio Climático”, fue la conclusión de la Plataforma Climática Latinoamericana. Un hecho grave si se tiene en cuenta que en enero el país tomará la presidencia del Grupo de los 77, que integran, entre otros Brasil, China e India, y deberá asumir un rol importante el año que viene en las negociaciones de la cumbre de Durham, en Sudáfrica, que muchos consideran que puede ser el encuentro internacional en el que se consiga definitivamente un acuerdo global para detener el cambio climático.

Todo esto, a pesar de que Argentina pasó a ser en poco tiempo uno de los países más afectados por el cambio climático. En particular, está perdiendo sus glaciares debido al aumento global de las temperaturas. Existe un organismo de científicos, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) de las Naciones Unidas, que es la máxima autoridad planetaria en el tema. Fue creado en 1988. Analiza de forma exhaustiva, objetiva, abierta y transparente, la información científica, técnica y socioeconómica para entender el riesgo que supone el cambio climático provocado por las actividades humanas. La principal conclusión de este panel de científicos de todo el mundo dice que en promedio la temperatura global durante los últimos 100 años aumentó 0,74° grados centígrados y que once de los últimos doce años se ubican entre los más calurosos desde que comenzaron los registros en 1850. Según este informe existe nueva y contundente evidencia de que la mayor parte del calentamiento global de los últimos 50 años es atribuible a las actividades humanas. El Met Office, el servicio meteorológico británico, el más antiguo y prestigioso del mundo confirmó en un informe al que tuvo acceso Clarín que este año 2010 ya se encuentra entre los tres más calurosos (los otros son 1998 y 2005) y podría ser el de mayor temperatura una vez que se tengan todos los datos. El IPCC prevé un aumento de la temperatura media global de entre 1,1 y 6,4 grados para el 2100. Y dice que un aumento superior a los dos grados sería catastrófico para la Humanidad. De eso se tratan todas estas cumbres, todo se basa en un acuerdo previo de los países que ya aceptaron el intentar por todos los medios mantener el calentamiento global por debajo de esa marca letal de los dos grados.

El presidente del IPCC, el destacado científico indio Rajendra Pachauri, camina apurado por uno de los pasillos del Moon Palace, el hotel de la Riviera Maya donde se realizó la cumbre. Clarín le comenta el caso de los glaciares de la Patagonia que son los más afectados por el cambio climático. “Sí, ustedes tienen allí las consecuencias directas de todo lo que estamos diciendo. Y no es por lo que ustedes están contaminando, sino por lo que reciben de todo el planeta. Eso deberíamos entenderlo como Humanidad. Uno contamina en Manhattan o Beijing y las consecuencias las pagamos en Bombay o Tierra del Fuego”, dice Pachauri antes de entrar a una nueva ronda de negociaciones.

Uno de los efectos más claros del cambio climático es la desaparición masiva de hielos permanentes de la superficie de la Tierra, tanto en los casquetes polares como en los hielos sobre los continentes. Este fenómeno viene ocurriendo de manera sostenida en las últimas décadas y, en las próximas, se supone que se producirá una acelerada pérdida de masas de hielo, particularmente los glaciares. Ya en el 2004 produjo un duro impacto unas fotos publicadas en Clarín en las que se veía al glaciar Upsala repleto de hielo en 1928 y la realidad actual, con un retroceso de más de 13 kilómetros. Hoy exponemos estas fotos proporcionadas por Greenpeace del glaciar Ameghino, que forma parte de la Masa de Hielo Patagónico Sur.

Según los estudios de imágenes en el período que va desde 1947 a 1970 el glaciar retrocedió 156 metros. Desde 1970 hasta el 2000, el retroceso fue de 2.812 metros. Desde el año 2000 al 2005 se retrajo en 390 metros. Se puede estimar que desde la foto original, en el año 1931, al año 2010, el retroceso total ha sido de más de tres kilómetros. Y no es que con eso se pierde apenas una atracción turística. Su desaparición significa que decenas de ríos que dependen de esa fuente queden sin agua y provoquen sequías en vastas zonas del país. El indio aymara Quelonio Milapuli del altiplano, nacido del lado argentino de la frontera y desde siempre radicado en la boliviana Potosí, lo resume así: “No entendemos que estamos dañando a la Madre Tierra. Pareciera que somos una humanidad adolescente que sólo peleamos a nuestra madre. Nos falta madurar para entenderla y cuidarla”.

www.greenpeace.org/international/en/campaigns/climate-change/energyrevolution/

www.ieco.clarin.com/