Las energías renovables, toda una “bendición” para una escuela isleña

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Las energías renovables, toda una “bendición” para una escuela isleña.

El establecimiento de la isla El Espinillo tiene ocho paneles solares y un aerogenerador. Puede enchufar un freezer y garantizar la iluminación.

Contención. La escuela brinda educación a los hijos de los pescadores que habitan El Espinillo.

“En esta escuela los paneles solares y el generador eólico más que una solución fueron una verdadera bendición”. La frase resuena fuerte y clara en la boca de Rubén Ferreyra, el director/maestro que desde hace cinco años cuida el destino de los 20 chicos que asisten a la escuela de la Isla El Espinillo ubicada frente a la costa rosarina a la altura del barquito encallado donde muere avenida Francia.

En la orilla de enfrente, alejada de Rosario por unos centenares de metros y un puñado de minutos en lancha, late otro mundo donde las necesidades son enormes y las respuestas escasas casi siempre y providenciales a veces, como pasó con la instalación de un equipo de energía renovable por parte del gobierno provincial que permitió que las cinco personas que trabajan en la escuela isleña Nº 2 Marcos Sastre (dos docentes, dos cocineras y un portero) pudieran conectar un freezer, garantizar iluminación permanente en las aulas y hasta “prestar” los enchufes para que los pescadores de la zona puedan cargar sus celulares sin tener que prender un generador a nafta.

“Nos cambió todo. Ahora puedo hacer las compras de toda la semana para que coman los chicos y no hace falta que cruce todos los días con una bolsita de carne para cocinar”, dice el maestro, mientras espera que la niebla de final de invierno se disipe para poder cruzar en su lancha —que se compró para “poder ir a trabajar”— junto a la maestra Julieta Tripi.

El establecimiento

La escuela se encarga de la educación inicial y primaria de los hijos de las dos decenas de familias de pescadores que viven en esa isla, poblada desde hace más de 100 años y bajo jurisdicción santafesina, a pesar de que técnicamente todo ese territorio pertenece a la provincia de Entre Ríos.

Ni la lluvia ni el frío son excusa para suspender las clases, que siempre cuentan con asistencia perfecta y que les garantizan también a los chicos el desayuno y el almuerzo diario a cargo de Susana y Alicia, las “brujas” de la cocina que —según Ferreyra— “hacen magia” para cocinar con un presupuesto que promedia los 5 pesos por día por chico.

La posibilidad de hacer una compra semanal y congelar la comida ayudó también a mejorar el presupuesto, y a poder planificar de mejor forma el menú de cada día de la escuela, cuyo mástil compite ahora en altura con la torre de 34 metros en cuya cima se ubica la hélice para generar energía eólica, una de las fuentes de alimientación.

Los equipos de energía renovable también contribuyeron a disminuir en un 70 por ciento la cantidad de combustible que demandaba antes la provisión de electricidad vía generador, lo que alivia mucho el bolsillo y los oídos ya que el ruido “era persistente y molesto”.

“Gastamos un tercio del combustible que antes, hoy el ciento por ciento de la energía que usa la escuela es renovable”, cuenta el maestro, y agrega que también reemplazaron las antiguas bombitas por otras con tecnología led.

El agua, un problema

El suministro de agua potable es otro de los problemas cotidianos con los que convive la escuela, que existe desde 1938 y que ya va por su tercera edificación ya que a las dos estructuras anteriores se las engulló el propio río. Hasta hace poco, ese servicio se garantizaba con un sistema de recolección de agua de lluvia que iba a parar a un aljibe, desde donde se filtraba para que quedara apta para el consumo humano.

Pero las raíces de los árboles y la persistente crecida del verano pasado se combinaron para agrietar las paredes de ese depósito, hasta donde entró el agua del Paraná. después de eso se hicieron dos perforaciones buscando agua de napas, que en ninguno de los dos casos funcionaron como se esperaba.

“Solucionado el tema de la electricidad, hoy uno de nuestros principales problemas es el agua potable, ya que debemos traer los bidones cada día desde Rosario”, señaló el director, junto al “barrio” de ranchos que pueblan la isla, que nació en 1940 después que la provincia expropiara diez hectáreas en la zona y le otorgara a la escuela la potestad de dar permisos a las familias de los alumnos para que se instalaran cerca.

Los docentes cuentan que la asistencia es perfecta casi todos los días: “los chicos no faltan nunca, llueve, truene o haya neblina. Acá tienen espacio, desayunan y almuerzan y hay juguetes y material didáctico”.

Por caso, la escuela este verano permaneció abierta ya que era el único pedazo de tierra que aguantó la crecida del Paraná. “Dejamos abierto para que los chicos pudieran venir a correr y a jugar acá, porque sino era estar todo el día en el rancho o en la canoa ya que todo era agua”, relata Ferreyra.

Con electricidad pero sin agua

Con conversores de última generación, pero sin acceso a internet. Con chicos que van a la escuela primaria, pero que no tiene acceso a formación secundaria allí donde viven. Sobre esa dualidad trabaja todo los días la Marcos Sastre, la escuela de la Isla El Espinillo.La Capital/Rosario/Santa Fé.

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