Hydrochina interesada en la energía eólica en Argentina

La cátedra más audaz del profesor Kicillof

REVE
Sorprendió casi a todos. Tal vez no a su par Aníbal Fernández, que lo había acompañado un mes antes a la reunión en que Axel Kicillof, ministro de Economía, instruyó a Guinle a cambiar el proyecto. Es un tema espinoso. La ley 26.190, sancionada en 2006, preveía licitar 1000 megavatios (MW) de generación renovable, como la eólica o la solar, pero hasta ahora se agregaron sólo 200. No es tan sencillo: falta financiamiento y los empresarios interesados discuten con el Poder Ejecutivo un subsidio de 15 pesos por megavatio en un esquema que, si se cumple, multiplicará por doce esa parte de la tarifa. La ley apuntaba a abastecer en 2016 un 8% de la demanda del país con esa energía amigable al medio ambiente. Ya no se llega.

Las razones de Marcelo Guinle, senador del Frente para la Victoria, sorprendieron en la Comisión de Energía de la Cámara alta. La tarde del martes, los legisladores d iscutían una actualización de la ley de energías renovables y el chubutense las planteó de modo breve: acababa de recibir, el domingo a la noche, un mail del Ministerio de Economía con nuevas órdenes. «Si no sale con modificaciones, ésta va a ser una ley muerta», advirtió. Luego dijo tener asuntos personales y se fue.

Los reparos de Kicillof son atendibles. Juzga inviable esos aumentos en un contexto inflacionario y, además, tiene proyecciones más optimistas: supone que el gas de Vaca Muerta hará bajar en 5 años el costo de generación a la mitad del precio que piden las empresas de energía (120 dólares por MW/h). El argumento es similar al de la Unión Industrial Argentina (UIA). Alberto Calsiano, jefe del Departamento de Infraestructura de esa central, estaba el martes en el Senado y también lo planteó. La UIA no sólo quiere que el Estado siga subsidiando la diferencia, sino que además la ley obligue a contratar proveedores locales que, según los generadores, todavía no existen. Un clásico Made in Argentina .

Que una alusión a Kicillof sea aquí ya un argumento ad hóminem muestra el alcance del poder del ministro de Economía. Julio De Vido, antiguo gerente del área, parece haberlo asimilado. No puede y tampoco quiere ofrecerle resistencia a su par del Gabinete. Hace tiempo que las atribuciones de cada kirchnerista se monitorean en función de las atenciones en Olivos. Y José María Olazagasti, fiel secretario privado del arquitecto, lo admite en privado: Cristina Kirchner ya no recibe al ministro de Planificación, sino sólo a su mujer, Alessandra Minnicelli.

Será entonces Kicillof el encargado de administrar el final kirchnerista. De ahí que a quienes forman parte del proyecto les resulte falaz cualquier equiparación entre el poder del ministro con el del jefe del Banco Central, Juan Carlos Fábrega. No hay tal equilibrio, sencillamente porque el banquero mendocino no discute hacia adentro con el mismo fervor que muestra hacia afuera. Si él planteara sus diferencias cara a cara y como cualquier líder clásico del Banco Central, razonan, éstas no trascenderían tan rápido al periodismo. El predicamento de Fábrega cuaja más bien en el público no kirchnerista. El establishment , rotularía la militancia.

La Presidenta ha sabido sacar provecho de esas afinidades: los que más trabajaron para que el pliego del mendocino en el Central se aprobara en el Congreso no están en el oficialismo, sino en los bancos y en la oposición. Es la dosis de tolerancia a la ortodoxia que el kirchnerismo se permite en momentos difíciles. Fábrega apagó un verdadero incendio en el verano. Hace cuatro años, Néstor Kirchner admitió en 6,7,8 que la designación de Redrado en el Central podría haber sonado «inexplicable», pero que en su momento lo había puesto para «dar señales frente a los intereses concentrados». Y agregó: «¿Iba yo a poner a Kunkel?». Son concesiones de naturaleza distinta de la lógica que vuelve a ungir a Kicillof. El ministro, que se mueve ya como jefe de Gabinete, tiene no sólo una cosmovisión similar a la de Cristina Kirchner, sino un atributo demoledor en ese círculo: no suscita en ella una sola sospecha de corrupción.

Es natural que los empresarios hayan vuelto a depositar en él la suerte del modelo y el modo en que serán tratados en adelante. Tal vez deberían darse una vuelta por las reuniones que el equipo económico viene teniendo con hombres de negocios, funcionarios y militantes que considera propios, donde se habla sin eufemismos. El martes, en la sede del Frente Nacional Peronista y ante intendentes, colaboradores municipales y ejecutivos de la Agrupación Gelbard, Augusto Costa, secretario de Comercio, apuntaló su disertación con chistes gráficos sobre empresarios. Uno de los slides exhibía al dueño de un local diciéndole a una clienta desde el mostrador: «Todos los comerciantes tenemos eso de los Precios Cuidados. El tema es que algunos los cuidamos para nosotros».

Habrá que reconocerle a Guillermo Moreno ese legado de creatividad. Costa, su sucesor, sentó ese día su teoría de los precios: «Por mucho tiempo nos hicieron creer que había dos causas de la inflación: por un lado, el gasto público o la emisión monetaria y, por el otro, los trabajadores, pero jamás se escuchó otorgarle la culpa a un grupo de empresarios; siempre la culpa está en otro lado y éste es el principal problema para poder combatir la problemática».

Pero vincular el método de Kicillof con el de Moreno sería otro error. Son relaciones distintas con el poder: a diferencia del ex secretario, Kicillof prefiere construirlo de manera estructural y formal, y no de palabra sino con cargos. ¿Qué otra cosa que una jugada destinada a sembrar la administración de cuadros propios fue la decisión de pasar 7500 empleados a planta permanente del Estado? La medida, anunciada días atrás con euforia por Carlos Tomada, tomó distraída a la oposición. Pero pasarán décadas y gobiernos y parte de esos técnicos jóvenes, a quienes les quedan unos 30 años para jubilarse, seguirán razonando sobre moldes kirchneristas.

Bajo esa misma nomenclatura se entiende que el Palacio de Hacienda esté pensando en auditar pasos recientes en el Ministerio de Industria, principalmente desde que Débora Giorgi designó como subsecretario de Coordinación a Marcos Ricardo Coy, contador de la UBA, y como segundo a Sergio Gastón Ricardo. Ambos tienen buena relación con Emiliano Yacobitti, ex militante de Franja Morada y enemigo de Kicillof en la política estudiantil. No está en juego sólo la presencia territorial, sino convenios de consultoría que esa cartera firma con la UBA y que reportan montos interesantes.

La académica es la única contienda de desenlace incierto. La Facultad de Ciencias Económicas postergó el año pasado las aspiraciones de Kicillof a titular de la cátedra Historia del Pensamiento Económico, decisión que en su entorno atribuyen a influencias de Yacobitti, secretario de Hacienda de la Facultad. En los últimos días, el jurado aprobó la candidatura, que será sometida al consejo directivo. Sería otra ironía que el profesor keynesiano encontrara un freno justo en el ámbito en que se desenvuelve casi sin errores.

Con Información de La Nacion