Energías renovables: Alemania, líder europeo en eólica y energía solar fotovoltaica

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La reconversión energética, con un 50% del consumo eléctrico en 2030 a base de energías renovables y un 80% a mediados de siglo, es la clave de la estrategia nacional de Alemania para lograr su próxima ventaja competitiva.

En las elecciones alemanas del domingo, la principal apuesta estratégica del país -que a mediados de siglo Alemania funcione con energías renovables en un 80%- no ha sido tema de disputa electoral. La razón es que es un consenso nacional, robusto e irreversible. Pero el próximo gobierno, sea cual sea, va a tener que resolver muchos problemas relacionados con esta gran reconversión con la que Alemania mira más allá de la actual crisis y quiere alcanzar su próxima gran ventaja competitiva.

El trayecto ferroviario entre Berlín y Stralsund, en la costa báltica, transcurre por la bella y solitaria región de Mecklenburgo, colinas y bosques ricos y variados de; hayas, robles, pinos, abetos y alerces. Un horizonte de gigantescos molinos rompe la línea por doquier. Lo mismo pasa en Frisia oriental, un territorio costero cuya altura máxima es nueve metros. Antes, los campanarios de las iglesias se divisaban a gran distancia entre un pueblo y otro. Hoy son los molinos los que mandan en el paisaje: gigantes de 198 metros de altura, cuarenta más que el Münster de Ulm, con el campanario de catedral gótica más alto del mundo (161 metros). En toda Baja Sajonia, la región a la que pertenece Frisia, ya hay 5500 monstruos de esos. Cada uno con su luz intermitente en lo alto. “De noche el paisaje es como un agobiante belén”, explica un vecino. Muchos pueblos se han dividido, entre los partidarios de ganar dinero alquilando campos para molinos y quienes ven el paisaje de toda su vida irremediablemente arruinado. Lo mismo que ocurre en la localidad tarragonense de La Fatarella (Terra Alta).

El cuadro podría llamarse, “Paisaje herido por molinos”. Tras las líneas de asfalto, las vías férreas y las líneas eléctricas de alta tensión, ahora llegan los parques eólicos, una nueva sobrecarga para un territorio repleto de cicatrices, cada vez más feo, artificial y alejado de cualquier elemental placer contemplativo, con la agricultura -principio y origen de todo- maltratada y aprisionada.

En los años ochenta Alemania, la RFA, tenía el 2% de su territorio asfaltado, caminos rurales incluidos, lo que hoy ya es frecuente en Europa Occidental, pero la multiplicación de los molinos representa, “la peor devastación del campo desde la guerra de los treinta años”, dice el profesor Hans Joachim Mengel, de la Universidad Libre de Berlín. En total, a finales de 2011 había 22.300 molinos en Alemania. En el futuro habrán más, muchos más.

Pintorescos valles de la Selva Negra van a ser paisajísticamente arrasados. En Baden Württemberg, donde se encuentra la Selva Negra solo hay 378 molinos, el proyecto de su gobierno verde es multiplicar por diez su número. “Es el precio que pagamos por el progreso”, dice Winfried Kretschman, el ministro-presidente verde de la región.

Para los ciudadanos, la frase resulta familiar. Los tecnócratas lo han dicho siempre aplicada a; carreteras, autopistas,  alta velocidad,  basureros industriales y centrales nucleares “que dan puestos de trabajo“. Pero ahora es una energía limpia, existencialmente imprescindible contra  la muy seria amenaza del calentamiento global. Mengel está rotundamente a favor de la eólica, pero radicalmente en contra de esta devastación. “Al capital solo, quizá se le podía haber parado, pero en coalición con el idealismo de las renovables, es imposible”, dice resignado.

A los molinos se unen las nuevas “autopistas energéticas” de muy alta tensión que trincharán el territorio de norte a sur, transportando electricidad desde los campos eólicos offshore del Mar del Norte y del Báltico hasta las principales zonas industriales de la Alemania meridional. Muchos ayuntamientos se han revolucionado, se abren consultas en materia de trazado, negociaciones (esa es la diferencia con el diktat habitual en España), se intenta que las nuevas heridas transcurran paralelas a autopistas y líneas de ferrocarril, pero el resultado es inequívoco.

La reconversión energética es manifiestamente popular. Tiene un apoyo superior al 90% en las encuestas. No solo por conciencia ecológica, que en Alemania hay mucha, sino también por lucro: agricultores y ayuntamientos ganan dinero con las renovables. La ley de renovables alemana permite y fomenta la generación de electricidad solar y eólica a personas privadas, municipios, asociaciones o cooperativas, y garantiza que todos ellos podrán vender la energía generada a un precio fijo durante veinte años. El resultado: casi un millar de cooperativas, ayuntamientos, comunidades, etc., generando energía renovable por todo el país, y la previsión de que aumentarán hasta 10.000 en una década. Generar energía renovable es negocio, da réditos, de entre el 5% y el 10%, impensables si colocas el dinero en un banco.  El 10% de los alemanes (8 millones de ciudadanos) ya producen su electricidad con placas solares. 130.000 ciudadanos han formado cooperativas energéticas e invertido 1200 millones de euros en el asunto. El 50% de la capacidad renovable instalada en Alemania ha sido desarrollada y es propiedad de pequeños inversores (11% de ellos agricultores). Los grandes consorcios energéticos solo poseen el 5% de las instalaciones, lo contrario que en España, un país fuerte en renovables con una técnica de gestión de la red eléctrica –y de integración de renovables en ella- mucho más moderna que la alemana y con una legislación pésima, explica un especialista del sector.

“Durante muchos años los grandes consorcios energéticos se opusieron jurídica y políticamente a las renovables”, dice Rainer Baake, ex secretario de Estado de energía y director de “Agora Energiewende”, entidad fundada para apoyar la reconversión energética. “Las pequeñas empresas han arrebatado entre el 1% y el 2% de la cuota de mercado a los grandes consorcios, por eso algunos de ellos tienen ahora dificultades y van a tener que reformarse en dirección a las renovables”. Algunos ya lo han hecho: MBB, que tenía una gran apuesta nuclear, ahora arruinada por el previsto cierre de la última central en 2022, está invirtiendo mucho. Otros, como E.ON han optado por enfocarse al mercado internacional, pero siempre con resistencia, como demuestra la fuerte presión lobysta y mediática que se está ejerciendo contra la ley de renovables que en lo fundamental es sólida como un tanque, porque viene arropada por un verdadero consenso político nacional: ningún partido se atreve a cuestionarla.

El problema lo ha creado el éxito. La gran oferta renovable ha bajado los precios bursátiles de la electricidad. Los consorcios han respondido a esa pérdida de beneficios subiendo tarifas: una subida del 30% para el consumidor en los últimos cinco años. Muchos medios de comunicación, con conexión directa con los consorcios, echan la culpa a las renovables.

“Si los clientes se cambiaran masivamente de suministrador, asestarían un duro golpe a la estrategia de los consorcios de subir tarifas”, explica Baake, que augura “profundas reformas” en el mercado energético alemán para adecuarlo a la nueva situación. “El cambio energético requiere un nuevo mercado”, dice.

El segundo problema son las grandes fluctuaciones de capacidad de la eólica y solar.Eso obliga a flexibilizar el resto del sistema energético nacional para integrar las curvas de fluctuaciones que dicta la naturaleza, el sol y el viento. Esa oscilación aumentará conforme crezca la generación renovable. En 30 años se ha pasado con éxito de un 5% de generación renovable al actual 25%. Para alcanzar el 80% previsto para 2050, hay que tener un sistema integrado a las oscilaciones, lo que plantea problemas de red, de almacenamiento, de coordinación con otros países europeos, etc. De momento, y esa es la gran paradoja, el asunto se soluciona a base de vetustas centrales de carbón. De todo eso se va a hablar mucho en Alemania a partir del lunes. Pero el objetivo nacional contemplado en la ley de energías renovables es claro:

Para 2030:

Disminución del 55% de la emisión de gases de efecto invernadero.

-Disminución  del 10% de la demanda eléctrica por mayor eficiencia respecto a 2008.

-Ahorro del 10% del uso de energía en transporte respecto a 2005.

-50% del consumo eléctrico basado en energías renovables.

Para 2050:

-Disminución de entre el 80% y el 95% de las emisiones de gases de efecto invernadero.

-Disminución  del 25% de la demanda eléctrica por mayor eficiencia respecto a 2008.

-Ahorro del 40% del uso de energía en transporte respecto al  año 2005. 

-80% de consumo eléctrico basado en energías renovables.

Rafael Poch,  http://blogs.lavanguardia.com/berlin/?p=509

 
Rafael Poch-de-Feliu (Barcelona, 1956) ha sido veinte años corresponsal de La Vanguardia en Moscú y Pekín. Antes estudió historia contemporánea en Barcelona y Berlín Oeste, fue corresponsal en España de ‘Die Tageszeitung‘, redactor de la agencia alemana de prensa DPA en Hamburgo y corresponsal itinerante en Europa del Este (1983 a 1987). Actual corresponsal de La Vanguardia en Berlín.