Cambio climático: Los secretos que guarda el hielo por Antonio Cerrillo

El buque Fram zarpa de Ny-Alesund en dirección a Magdalenefjorden, en donde se suceden los glaciares que caen sobre el mar, mientras pequeños icebergs marcan el camino hacia la isla de Moffen. El deshielo permite cumplir el plan del capitán, que alcanza los 80º de latitud norte, el borde de los hielos permanentes. Alcanzada la meta, en la cubierta del barco, se celebra la fiesta de Neptuno. Quienes sean capaces de resistir el frío de un cubito de hielo en el cogote son invitados a una copa de coñac para ver reconocida su gesta, mientras que se anuncia que al día siguiente habrá baño en Billesfjorden ¡con aguas a dos grados centígrados!

El hielo en la espalda hace reír, pero el derretimiento prematuro de la masa helada ártica no hace gracia a los expertos. La retirada hacia al norte de la banquisa deja mares abiertos y eso puede afectar a las especies marinas, que tienen sus nutrientes bajo los hielos. Ahí está la despensa del primer eslabón de la cadena trófica. Los especialistas advierten que el retroceso de los hielos puede causar un desajuste temporal entre la floración de las algas microscópicas marinas (fitoplancton) y la necesidad del zooplancton de obtener alimento. Además, al haber menos hielo y un exceso de luz "se puede reducir la calidad de las algas como alimento y afectar al éxito reproductivo y el crecimiento del zooplancton y, por lo tanto, a los niveles superiores de la cadena, como peces, aves y mamíferos", sentencia Cristin Kristoffersen, jefa del departamento de investigación del Centro Universitario de Svalbard.

Pero todo eso preocupa sólo relativamente en el barco. Por la noche, parte de la tripulación se muestran como verdaderos artistas haciendo figuras de animales marinos esculpidas con enormes trozos de hielos (de nevera) y otros desfilan disfrazados de exploradores fin de siècle.

Las fiestas sirven para aligerar las sesudas sesiones de los científicos. A bordo nos explican también que en las Svalbard se estudia también la historia de clima. Fósiles microscópicos en sedimentos de los fondos marinos o las burbujas de aire recogidas en perforaciones de hielos milenarios permiten datar estos testigos de climas pasados. Con ellos, se puede reconstruir la historia de los cambios climáticos naturales y compararlos con el calentamiento, ya apreciado (y medido) el último siglo y atribuido a la intervención humana.

"Debemos conocer el clima del pasado. La temperatura, desde el último periodo glacial hasta nuestros días ha aumentado 4 o 5 grados. Pero este aumento se ha dado en 20.000 años. En cambio, ahora las proyecciones apuntan a una subida de temperaturas 4 grados en sólo cien años. Esa velocidad es la diferencia. Si se suma ese calentamiento extra, la temperatura media del planeta alcanzará los 19 o 20 grados, y habría que remontarse hasta 40 millones de años atrás para encontrar una temperatura tan alta. Eso no tendría precedentes en la historia. Habría que remontarse a la época de los dinosaurios", nos dice Mojib Latif, meteorólogo de la Universidad de Kiel (Alemania).

Las Svalbard son un libro para estudiar la historia de la geología y la deriva de los continentes, nos explica Marta Slubowska, geóloga polaca. El archipiélago estuvo cerca del polo Sur hace 650 millones de años; su rica vegetación tropical (hace 356 millones de años) se convirtió en carbón que hoy explotan noruegos y rusos; yenel último periodo glacial (hace un máximo de 20.000 años) quedó sepultada bajo la nieve hoy en retirada.

Y, precisamente, reconocer las trazas que dejaron los antiguos glaciares y sus corrientes de hielo al descender a la plataforma marina es lo que estudia un equipo capitaneado por Angelo Camerlenghi, profesor de investigación ICREA del departamento de estratigrafía, paleontología y geociencias marinas de la UB. "Conocer las corrientes de hielo del pasado es básico para entender la dinámica del hielo y las conexiones con el cambio climático", dice. El análisis de las marcas y huellas de las corrientes de hielo permite conocer mejor los movimientos glaciares (el espesor o el volumen) y ver cómo han retrocedido, para abordar la predicción y la respuesta ante futuros cambios.

Entre los pasajeros, está Cristina Cid, una bióloga española del Centro de Astrobiología (CSIC-INTA), que hace el viaje en busca de hielos antiguos (prensados, azul turquesa). Su trabajo consiste en hallar ambientes y atmósferas que puedan ser análogos a las de otros planetas. La vida en el resto del universo puede estar agazapada en nuestro propio planeta, sugiere Cristina Cid. Sus investigaciones persiguen encontrar en la Tierra formas de vida muy adaptables que podrían ser capaces de subsistir en otros planetas (por ejemplo, "organismos muy sencillos como bacterias y virus"). "Estudiamos otras formas de vida que hay en la Tierra que son verdaderas máquinas moleculares, con metabolismos que se han adaptado a ambientes sin aire, sin oxígeno o con temperaturas extremas", dice. Estos organismos tan especializados les hace ser especialmente valorados como herramientas por la genética y la biotecnología.

Su campo de estudio son microorganismos que viven en ambientes extremos (lugares muy ácidos, salinas, volcanes) y, por su supuesto los glaciares, especialmente ricos en microorganismos. "Con el retroceso de los glaciares se pierde un gran número de bacterias, de biodiversidad. Vemos que hay menos tipos de bacterias y menos especies diferentes. Y con la desaparición de estas bacterias se puede haber perdido mecanismos biológicos que tal vez podrían ser muy útiles al hombre", dice Cristina Cid, que sigue buscando el secreto de los hielos.

El termómetro del planeta

El Ártico es el termómetro del planeta, una región especialmente sensible al cambio climático. La extensión del hielo marino se ha reducido en verano casi un 40% desde 1979. Para conocer esa geografía en transformación, La Vanguardia participó en un viaje a bordo del buque de exploración Fram, que permitió recorrer el archipiélago de las Svalbard (al norte de Noruega, a unos 1.000 kilómetros del polo Norte) partiendo desde el cabo Norte.

Científicos y otros viajeros recorrieron los singulares paisajes de unas islas convertidas en laboratorio de investigación sobre cambio climático.

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