Choque entre Estados Unidos y China en Copenhague por Antonio Cerrillo

Seguirán, pues, sin las ataduras que implicará la prórroga del protocolo de Kioto (que sólo impone recortes de gases a otras 37 naciones ricas).

La UE les ha reclamado que incrementen sus promesas en materia de reducción de emisiones para salvar las negociaciones del clima, pero estas potencias demuestran que su guerra es otra, y viene condicionada por la dura competencia bilateral por la supremacía económica futura.

El presidente Barack Obama y el primer ministro chino, Wen Jiabao, se verán las caras en Copenhague, en donde un total de 110 líderes mundiales se darán cita, a partir de hoy, en el segmento ministerial de la conferencia.

Pero la cumbre encara sus últimos tres días con todos los acuerdos por cerrar. Sólo hay coincidencia en constatar el caos organizativo. Ha sido tal que la ONU ha decidido restringir las acreditaciones a las ONGs, para evitar el colapso provocado por la marea de asitentes, que superaban el aforo del recinto del BellaCenter.

De hecho, la conferencia está siendo marcada por un lado por el choque entre naciones ricas y pobres; pero, por otro, por las fuertes desavenencias entre China y Estados Unidos. China y otras potencias emergentes están resistiendo la dura presión de Estados Unidos para que asuma metas de reducción de gases en términos absolutos mediante compromisos vinculantes y no como meros objetivos voluntarios. "No podemos alcanzar un acuerdo ambientalmente aceptable sin una adecuada y significativa participación de China", declaró ayer el enviado especial para el cambio climático de la ONU, Todd Stern.

Por su parte, China acusó ayer a los países desarrollados de intentar escapar de sus obligaciones a la hora de ayudar a los pobres a luchar contra el calentamiento. "Nosotros todavía mantenemos que los países desarrollados tienen la obligación de proveer apoyo financiero", declaró la portavoz del ministro de Asuntos Exteriores, Jiang Yu. La financiación que deben recibir los países en desarrollo es el asunto clave que bloquea la conferencia.

Pero, China se erige en representante máximo de las naciones en vías de desarrollo y señala que éstas naciones sólo aplicarán planes de adaptación y mitigación contra el cambio climático si reciben ayuda internacional. China está dando a entender que no renuncia a recibir esas ayudas, aunque en otros momentos sus portavoces enfatizan que hay otras naciones que las necesitan con más prioridad (países vulnerables al cambio climático, nacione safricanas o pequeñas islas). Incluso, dice que sólo aceptará un sistema de verificación de sus acciones contra el cambio climático cuando haya esa ayuda; mientras que rechaza que los planes nacionales autónomos exentos de esa ayuda ecónómica se deban someter a un sistema de control y supervisión medible y verificable por la ONU.

China y Estados Unidos se miran en un espejo, pero no se fijan en la UE, la potencia económica que plantea objetivos más ambiciosos: una reducción de gases del 20% en el 2020 (respecto a 1990) ampliable al 30% si los otros países ricos hacen lo propio. "Esperamos más nivel de ambición de los dos", declaró el ministro sueco de Medio Ambiente, Andreas Carlgren. "Si no, no seremos capaces de evitar un aumento de temperaturas por encima de los dos grados" respecto a la época preindustrial, dijo.

Desacuerdo en el grupo de trabajo de Kioto

Pero los desacuerdos no sólo están en la negociación de la denominada vía lenta (Convenio de Cambio Climático), sino también afecta al grupo de negociación que estudia prolongar el protocolo de Kioto (vía rápida). Aquí, el principal obstáculo en este bloque de negociación viene dado por algunos países del denominado Grupo Paraguas (sobre todo, Australia, Canadá y Japón, fundamentalmente). Éstos rechazan radicalmente la propuesta planteada por el presidente del grupo de trabajo, que lanzó la idea de acordar recortes de gases del 30% al 45% en el 2020 respecto al año 1990. El Grupo Paraguas no concreta cuáles serán sus compromisos para el 2020, y Greenpeace les acusó ayer de "marear la perdiz", pues incluso estas naciones quieren que esa disminución de emisiones se haga sobre la base de una fecha de referencia diferente que la manejada hastsa ahora (el año 2005, y no 1990), lo que añade más interrogantes a los esfuerzos reales que quieren asumir. "La UE debe pasar a la ofensiva contra este grupo de países y denunciar sus estratagemas", declaró Aida Vila, portavoz de Greenpeace, quien criticó a la UE por no elevar ya el recorte futuro de sus emisiones hasta el 30% en el 2020, algo perfectamente posible, según esta organización, con la mejora de la eficiencia energética ya prevista para los próximos años y los efectos de la crisis.

La UE, por su parte, replicó, con portavoces oficiosos, las críticas de los países africanos. Europa estima que los países en desarrollo han hecho de la UE un blanco fácil de las críticas, mientras que EE.UU., que no se sumó al proceso de Kioto, sólo se compromete a reducir sus emisiones un 3% en el 2020 respecto a 1990, sin que, sin embargo, reciba unas críticas tan aceradas de estos países pobres. "Son injustas estas críticas, tal vez es que no sabemos explicarnos", dicen fuentes españolas. Los países pobres quieren que primero se cierre el bloque negociador de las nuevas metas de Kioto (raíl de la vía rápida) para pasar luego a concretar los detalles del nuevo acuerdo que debe concretar los esfuerzos de los demás países (EE.UU., los emergentes e, incluso, los más pobres) en el contexto de Convenio de Cambio Climático, que podría dar lugar a un segundo protocolo (vía lenta). En cambio, la UE desea que se avance en paralelo en el otro bloque negociador. "La obsesión por cerrar una meta de reducción de gases en Kioto está dificultando el avance global en el contexto del Convenio".

Desacuerdos totales

Los desacuerdos hasta el momento son totales. No los hay sobre el objetivo de reducir al menos un 50% las emisiones en el 2050 (lo que supondría recortes de entre el 80% y el 95% para las naciones industrializadas). Y la razón es que los países emergentes temen que eso a ellos les vaya a suponer tener que disminuir sus emisiones más pronto o más tarde. Tampoco hay acuerdo sobre cuál es el tope del incremento de temperatura máximo que puede asumir el planeta. La UE pone el tope en un aumento de dos grados pero las pequeñas islas-estado del Pacífico, que temen ser barridas del mapa por las subidas del nivel del mar causadas por los deshielos, dicen que el máximo aceptable es un aumento de 1,5 grados. Tampoco hay unanimidad en fijar en qué año debe darse un pico de emisiones (¿2015?, ¿2020?).

Intermon, decepcionado

José Antonio Hernández del Toro, portavoz de Intermon-Oxfam, expresó su profunda preocupación por los escasos avances logrado en la negociación para determinar la nueva financiación para que los países en vías de desarrollo disponga de recursos para aplicar políticas de mitigación y adaptación al cambio climático. Hernández vio positivo que en los últimos documentos se recoja la idea de que debe crearse un nuevo fondo, aunque lamentó que no se diga nada sobre el fondo de adaptación ya existente. Igualmente, vio positivo que se reforme el Fondo Mundial para el Medio Ambiente (Gef, en las siglas inglesas) para que los países destinatarios de esa ayuda también contribuyan a organizar el reparte de los fondos.

Dijo también que no queda suficientemente claro que este fondo recoja cantidades adicionales a los recursos actuales que, en materia de ayuda al desarrollo (ODA), ya reciben estas naciones. Aunque el objetivo de la ONU es que esa ayuda sea del 0,7% del PIB de cada nación, ahora sólo alcanza una media de entre el 0,3% un 0,4%, aunque en España rebasa el 0,5% "No sería aceptable que un país pobre deje de recibir ayuda para afrontar el sida o la pobreza porque va a recibir asistencia frente a los desastres del cambio climático", declaró.

"Tampoco queda claro que esa ayuda sea pública, y además se ha quitado la prioridad que hasta ahora venían teniendo los países más vulnerables al cambio climático como destinatarios preferentes de ella", agrega. También se ha eliminado la referencia al reconocimiento de los derechos de resarcimiento por los daños y perjuicios ocasionados por las consecuencias inevitables de los efectos del cambio climático, lo que abría la puerta a los más pobres a recibir ciertas compensaciones en forma de seguros.

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La energía eólica puede alcanzar en 2020 el 65% de reducción de emisiones de CO2

El Consejo Mundial de Energía Eólica (GWEC) ha hecho públicos los cálculos que demuestran que la energía eólica podría alcanzar hasta un 65% el compromiso de reducción de emisiones por los países industrializados.

"La energía eólica está rápidamente convirtiéndose en una tecnología clave para una Economía Verde de baja emisión de carbono y de recursos eficientes", dijo Achim Steiner, subsecretario general de la ONU y director ejecutivo del PNUMA, al presentar los datos del PNUMA / GWEC conjuntamente en una rueda de prensa en Copenhague. "Un acuerdo serio y significativo en Copenhague es una oportunidad de oro para acelerar su asimilación y ampliar su penetración en muchos más países, a fin de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, generar electricidad, obtener energía limpia y fomentar el empleo".

El análisis de GWEC pone en contexto el grado en que la energía eólica puede ayudar a lograr los compromisos del actual anexo I que suman un 13-20% del total de las reducciones de emisiones para 2020. Según el escenario más ambicioso de GWEC para el desarrollo de esta energía, la eólica podría producir 2.600 TWh de electricidad y 1,5 mil millones de toneladas de CO2 seguro en 2020. Esto representaría entre el 42% y el 65% de los compromisos del anexo I.

"Estas cifras nos dicen dos cosas", dijo Steve Sawyer, secretario general de GWEC. "En primer lugar, que la energía eólica por sí sola podría contribuir con una parte muy importante de las reducciones de emisiones según los compromisos adquiridos hasta ahora y en segundo lugar, muestran cómo los compromisos hechos hasta la fecha son inadecuados y carentes de ambición. La eficiencia, la detención de la deforestación y otras energías renovables también pueden contribuir significativamente. Mucho más se puede lograr, y mucho más debe lograrse, si queremos evitar un peligroso cambio climático".

El documento de GWEC describe también la reducción de emisiones potenciales de la energía eólica en Europa, los EE.UU., India y China, y concluye que la energía eólica, si se despliega correctamente, puede hacer que todas estas regiones den un gran paso hacia la consecución de sus objetivos climáticos."El sector de la energía eólica está preparado para contribuir con un total de 10 mil millones de toneladas de reducciones de CO2 para 2020", concluyó Sawyer.

"La economía y los beneficios de las energías renovables, en general y la eólica en particular, son cada vez más convincentes – Copenhague es el momento de los gobiernos y los líderes del mundo para adaptarse a esta realidad con decisiones convincentes sobre la reducción de emisiones, la financiación y la tecnología", añadió el Sr. Steiner.

www.aeeolica.es/