La eólica ya es la segunda fuente de electricidad de Europa

REVE

Europa sigue quemando carbón. Regiones europeas, como la que engloba al noreste de Francia, Bélgica, Holanda y el noroeste de Alemania, tienen decenas de reactores nucleares en activo. Al viejo continente le queda todavía lejos cumplir con sus promesas de transición energética, pero está en camino más rápido de lo esperado hace unos años.

Los datos de 2017 muestran que por primera vez la energía eólica ya es la segunda fuente energética de la Unión Europea con el 18% de toda la capacidad de producción energética instalada. A los molinos, cada vez más comunes en Europa, sólo los supera el gas natural, pero ya adelantaron al carbón y a la energía nuclear.

La lucha contra el cambio climático, el miedo a la nuclear que hace que los gobiernos apenas puedan autorizar nuevas centrales atómicas y un buen chorro de dinero están haciendo un pequeño milagro. En total, 22.300 millones de euros sirvieron para que de 2016 a 2017 aumentara un 20% la potencia eólica instalada en Europa y para que las energías renovables fueran responsables del 30% de la producción eléctrica del continente.

Según un estudio de los think tank alemán ‘Agora Energiewende’ y británico ‘Sandbag’, la energía solar, la biomasa, pero sobre todo la eólica, se dispararon en los últimos años hasta crecer de 2016 a 2017 un 12%. Hace apenas cinco años las centrales de carbón producían más del doble de electricidad que todas las renovables juntas.

El crecimiento se debe sobre todo al aumento de la eólica, con Alemania al frente. El país del ‘Made in Germany’ ya tiene 56,1 gigavatios de potencia eólica instalada tras ‘plantar’ en 2017 el 42% de todos los nuevos molinos europeos. Le sigue España con 23,1 gigavatios y el Reino Unido con 8,8. En 2017 Europa aumentó su capacidad eólica en 15,7 gigavatios, 6,6 de ellos en Alemania.

El auge de las renovables frena o directamente pone en retirada a las otras fuentes de generación eléctrica. El gas natural resiste estable, pero la electricidad generada a través del petróleo y del carbón declina en los últimos años a pesar de que la demanda eléctrica total del continente crece entre un 0,5% y un 1% anual.

Los molinos de viento cubrieron en 2017 el 20% de la demanda eléctrica alemana, cuatro puntos por encima del 16% de 2016 aunque todavía lejos del primer país europeo que invirtió masivamente en molinos de viento, la Dinamarca que ya cubre con ellos el 44% de su demanda de electricidad.

Europa intenta hacer su transición energética y la apuesta política es clara. El 85% de la capacidad energética instalada en la UE en 2017 fue de energía renovable: 65,5% eólica, 25,5% solar y 4% de biomasa. De seguir este ritmo, Europa podría cumplir su objetivo: que el 50% de su consumo energética en 2030 sea de energías renovables.

El problema llega cuando se va a los datos por países. Alemania y el Reino Unido son responsables del 56% de la nueva capacidad energética renovable de los últimos tres años. El resto de Europa occidental va a trancas y barrancas aumentando estas energías pero más despacio.

El principal retraso está al este de Berlín. Los países de Europa del este no avanzan y siguen confiando en la quema de carbón para generar electricidad. Europa necesita que estos países, por ahora mucho menos considerados con el medio ambiente, cambien de actitud si quiere cumplir los objetivos que se marcó cuando firmó a finales de 2015 el Acuerdo de París sobre el clima.

Entonces, los europeos prometieron reducir un 40% sus emisiones de gases contaminantes antes de 2030 tomando como año de referencia 1990. El informe de los think tanks asegura que “los datos sugieren que los esfuerzos europeos sobre eficiencia energética no son suficientes y que las políticas de la UE sobre la cuestión deben ser reforzadas”. El Parlamento Europeo apuesta en sus últimos informes por aumentar los objetivos europeos de eficacia energética y de uso de renovables. Los gobiernos se niegan a dar más pasos.

El camino es largo y la voluntad flojea. Los informes de la asociación ‘WindEurope’ –reúne a las empresas involucradas en producción de energía eólica- aseguran que la inversión en nuevos molinos se contrajo un 19% desde 2016 y que los instalados ese año y en 2017 se contabilizan como inversiones en años anteriores.

El desarrollo de la energía eólica está llevando a muchos molinos a alta mar. A pesar de que todavía supone una mínima parte del ‘mix energético’, el ‘offshore wind’ (los molinos en el mar) es la tendencia más en boga en algunos países, hasta suponer un 53% de toda la capacidad energética creada por el Reino Unido en 2017 y sumar el año pasado en toda Europa 15,8 gigavatios, un 25% más que en 2016. Once países europeos controlan ya más de 4.000 molinos en el mar y Escocia inauguró el año pasado la primera ‘granja’ de molinos flotantes.

La mayor parte de los molinos en el mar europeo, hasta un 98%, se concentran en una pequeña área europea a la que dan las costas británica, alemana, danesa, holandesa y belga. El Mar del Norte está empezando a desmantelar torres de extracción de petróleo (las reservas en la región se agotan) y plantando molinos, anclados al suelo marino o ya flotando. Francia se unirá si el presidente Macron cumple sus promesas de inversión en eólica marina.

Cuando nuestro Don Quijote en bañador, mostrando su torso desnudo, musculoso y moreno de surfista, choque contra los molinos marinos, recibirá un golpe que le recordará a sus tierras españolas. El 51% de los nuevos molinos, en tierra y en mar, instalados en Europa, fueron construidos por la empresa hispano-germana ‘Siemens-Gamesa Renewable Energy’.

Idafe Martín, clarin.com