Fukushima frena el renacer nuclear, por Antonio Cerrillo

El sueño de quienes creían que el abastecimiento eléctrico pivotaría sobre la fuerza del átomo se ha ido desvaneciendo. El número de plantas nucleares que iniciaron su construcción cayó drásticamente el año pasado en comparación con años anteriores. Entre el 2008 y el 2010, comenzaron su construcción 38 reactores, mientras que entre el año 2011 y el 2012 sólo se iniciaron dos, según un estudio de Steve Thomas, profesor de la Universidad de Greenwich. Esta caída evidencia el interés menguante en la energía nuclear tras el accidente de Fukushima, dice Marcel Coderch, autor de El espejismo nuclear. Otros sectores, en cambio, arguyen que sólo es un parón temporal, y se reafirman en su predicción de un renacimiento nuclear.

Quienes imaginaban que la energía nuclear transformaría continentes enteros en "un jardín del Edén" sufrieron un gran revés cuando en 1986 uno de los reactores de Chernobil se quedó fuera de control, mató a algunos de los "liquidadores" que combatían el siniestro, diseminó la contaminación y expulsó a miles de personas de sus hogares. Y 25 años después, cuando la energía nuclear ganaba crédito como un instrumento clave para reducir la dependencia de los combustibles fósiles y combatir el cambio climático, ve nublarse su anunciado renacimiento. Pero el estancamiento de esta industria se prolonga desde 1990. En el mundo, existen 435 reactores, pero hay nueve reactores menos que hace diez años, aunque la potencia total ha aumentado algo. Ahora aporta el 13% de la generación de electricidad.

"El accidente de Fukushima ya no puede atribuirse a los burócratas del decadente mundo autoritario soviético y a su falta de controles. Se ha producido en un país occidental", subraya Jaume Morron, divulgador ambiental y experto en energías.

"Tras el accidente, se han hecho pruebas de resistencia en todas centrales de la UE para evaluar los márgenes de seguridad ante sucesos extremos como el ocurrido en Japón", explica Maria Teresa Domínguez, presidenta del Foro de la Industria Nuclear.

En el mundo, se están levantando 63 centrales, pero tres cuartas partes (75%) corresponden a China (27), Rusia (11), India (5) y Corea del Sur (5), países con grandes necesidades de abastecimiento energético. Las nuevas centrales son la excepción en Occidente.

Alemania decida cerrar ocho de manera inmediata

Tras el accidente de Fukushima, Angela Merkel cerró inmediatamente las ocho centrales más antiguas; organizó el cierre de las nueve restantes para el 2022, y creó una tasa para transferir los beneficios de las nucleares a las fuentes renovables.

Suiza suspendió el proceso para aprobar tres nuevas centrales; Italia ratificó su renuncia (en 1988) en un referéndum apoyado por un 95% de los votantes; y Bélgica siguió el mismo camino. Y dos mazazos más: la multinacional Siemens ha renunciado a este negocio para el futuro, mientras que en Japón sólo están operativas dos de las 50 centrales dados los problemas ocasionados.

Las pruebas del optimismo

"Las nucleares ofrecen garantías de suministro, competitividad y reducen la emisión de CO2. No hay ninguna razón para que no formen parte de la cesta energética", opina Lola Morales, presidenta de la Sociedad Nuclear Española, quien destaca la apuesta nuclear de algunos países. Finlandia construye la planta Olkiluoto, de tecnología francesa, acumula un retraso de cuatro años (se abrirá en el 2013), y su presupuesto ya es más del doble de lo previsto. Reino Unido mantiene su plan para apoyar la energía nuclear, lo mismo que Francia (1), Bulgaria (2) o Eslovaquia (2), además de China o India. Además, la Administración Obama dio el mes pasado las dos primeras autorizaciones a nuevas centrales (en Vogtl, Georgia) tras 30 años de parón nuclear. Y en España, el Gobierno apuesta por alargarles la vida útil empezando por Garoña, que debía cerrarse en el 2013. "La prórroga de la central de Garoña ofrece una perspectiva esperanzadora", dice Lola Morales, presidenta de la Sociedad Nuclear Española.

Foro Nuclear

"En el 2011 entraron en operación seis nuevos reactores y se inició la construcción de dos unidades más", dice María Teresa Domínguez, presidenta del Foro de la Industria Nuclear, convencida del renacer nuclear. "Además, a estos reactores hay que sumar uno más en Francia, dos en Estados Unidos, dos más planificados en Finlandia, uno previsto en Lituania, otro en Polonia y al menos dos en la República Checa. Los retos energéticos y ambientales a los que se enfrentan los países hacen que se tengan en cuenta a la energía nuclear en sus ‘cestas’ eléctricas", agrega.

Precisamente, la presidenta del Foro Nuclear considera que las dos autorizaciones de nuevas centrales en Estados Unidos, concedidas después de un análisis de cuatro años por la Comisión Reguladora Nuclear (NRC), son otros indicios de los buenos tiempos para el sector.

Costos crecientes

Sin embargo, el coste de inversión, la dificultad para recuperarlos (dados los largos y cambiantes ciclos económicos) así como la poca aceptación popular son factores que juegan en su contra.

El coste de la inversión en los nuevos reactores aumentó seis veces en la pasada década, según el estudio del consultor Mycle Schneider. "Y el accidente de Fukushima contribuirá a que sus costes se encarezcan más", señala el estudio. Levantar una nuclear (1.000 MW) cuesta de 4.000 a 5.000 millones de euros, mientras que si es es de gas vale unos 2.000 millones de euros.

Lola Morales indica que para fomentar las nuevas centrales se necesita "un mercado regulado, estable y predecible". Y Carlos Bravo, de Grenpeace, le replica: "Sin subvenciones gubernamentales, la industria nuclear no sobrevive, y el caso de Estados Unidos lo vuelve a demostrar. Obama ha puesto sobre la mesa 8.000 millones de dólares de subvención directa. Y lo mismo pasa en China o Rusia". Igual postura expresa Jaume Morrón.

Si se encarecieran los precios del carbono dentro de las políticas contra el cambio climático (es decir, si aumentaran los precios de los derechos de emisión de CO2 que deben pagar las térmicas de carbón o gas), las nucleares se verían beneficiadas. Pero el valor de estos derechos de emisión es ahora de 8 euros por tonelada; se tendría que cuatriplicar su precio para hacer competitivas las nucleares, y nada hace pensar que vayan a cambiar las cosas a corto plazo, vistos los desacuerdos en las cumbres del cambio climático, en donde no se logra imponer metas más estrictas para reducir la emisión mundial de CO2. Sólo si sube el precio de los combustibles fósiles y éste se mantiene alto por la escasez, la energía volverá a ganar el atractivo perdido, dice Jordi Ortega, investigador de la Universidad Carlos III.

Difícil innovación

Para su revitalización, el sector confía en diseñar e innovar reactores de menor tamaño para tener energía más barata y segura. "Pero éste es un mercado pequeño, de pocos fabricantes en competencia; y los proyectos gigantescos evolucionan más lentamente que los de menor tamaño", cree Coderch. "Una cosa es proyectar un reactor en el papel, y otra construirlo", dice. "Siempre hay retrasos, problemas…", añade.

Las mayores exigencias de seguridad, las dificultades de aprovisionamiento de materiales, la escasez de expertos, la patata caliente de los residuos o los riesgos de proliferación nuclear son otros lastres, opina Javier García Breva, presidente de la Fundación Renovables.

La prórroga de su vida útil es ahora la opción estratégica. En Estados Unidos, de los 104 reactores que operan en el país 71 ya tienen autorizada la explotación por 60 años, recuerda el Foro Nuclear.

"Pero esta industria ya no podrá mantener el mismo número de plantas en operación. Ya se ha demostrado de sobras que es cara e insegura", opina Josep Puig, profesor de energía de la UAB.

Mientras tanto, la generación eléctrica, definitivamente, parece que ha elegido otro camino. En la UE, entre el 2000 y el 2010, las fuentes de generación eléctrica que crecieron más fueron el gas (118.192 MW adicionales), la eólica (74.414 M) y la fotovoltaica (26.427), mientras que bajaron la nuclear (7.594 MW), el carbón (9.504 MW) y el fuel (13.165 MW).

Pruebas de resistencia

Tras el accidente de Fukushima, la UE decidió pone en marcha pruebas de resistencia, que se han llevado a cabo en 143 reactores. La autoridad de la seguridad nuclear de Francia ha anunciado, tras auditar las centrales galas, que deben hacerse inversiones de miles de millones de euros para obtener garantías de seguridad.

Las conclusiones de las pruebas a las centrales españolas indican que "no se han identificado ningún aspecto que suponga una diferencia relevante en la seguridad de estas instalaciones y que pudiera requerir la adopción urgente de actuaciones", indica María Teresa Domínguez, presidenta del Foto de la Industria Nuclear España, que agrupa a las empresas de sector. "En España, las conclusiones de estas pruebas muestran las condiciones de seguridad en las que operan las centrales, la solidez de sus diseños y sus márgenes de seguridad", indica Maríla Teresa Domínguez. Las medidas de mejora están programadas, y con un calendario fijado, pero no hay una cuantificación de los costes de manera oficial.

Precisamente, la presidenta considera que las dos autorizaciones de nuevas centrales en Estados Unidos, concedidas después de un análisis de cuatro años por la Comisión Reguladora Nuclear (NRC), son otros indicios de los buenos tiempos para el sector.

Opinión de los ecologistas

Carlos Bravo, de Greenpeace, opina en cambio que "el accidente de Fukushima ha demostrado que "la radiactividad occidental es tan peligrosa como la soviética, y se ha visto que puede generar grandes emisiones con repercusión sobre cientos de miles de personas".

Bravo considera significativo que "China haya paralizado los proyectos de nuevos centrales, al margen de los que ya está construyendo".

"El sector nuclear, tras el accidente d Fukushima no ha hecho ninguna autocrítica. El organismo regulador francés ha sido mucho más estricto que en el español. Aquí se quiere mantener el parque nuclear con unas inversiones mínimas, estimadas en unos 500 millones de euros, para salvar la cara", agrega.

Bravo estima que las pruebas de resistencia a las que han sido sometidas las centrales españolas son muy insuficientes. "Garoña estaba diseñada para resistir un terremoto con una aceleración horizontal de 0,1 g (unidad de aceleración de la gravedad), cuando el terremoto de Lorca fue de 0,36 g", agrega. "Ahora a las centrales se les exige que resistan una aceleración de 0,3 g, y Garoña no llega a eso ni por asomo. Para alcanzar esa exigencia debería hacer enormes reformas estructurales, como cambiar la cimentación", dice Carlos Bravo.

Greenpeace denuncia también que no se ha estudiado el riesgo de que las centrales sufran el impacto de un avión comercial o de un atentado terrorista, pese a que ésta era una exigencia del Congreso de los Diputados y de la UE. "Un estudio nuestro demuestra que ninguna central podría resistir el impacto de un avión comercial, aunque hay diferencias: mientras que Vandellòs II o Trillo podría resistir un avión medio, Garoña, Ascó o Almaraz no lo soportarían; y Garoña, ni siquera un avión comercial de tipo pequeño".

www.lavanguardia.com