Eólica en Argentina: el sector eólico despega

Energías renovables, recursos óptimos y políticas incipientes. Las energías eólica, solar, geotérmica y la derivada de la biomasa han ido creciendo progresivamente en los últimos 30 años. En 2007 la crisis financiera global aplicó otra vez los frenos. Mayores precios del gas y el petróleo y fuertes avances tecnológicos dan nueva oportunidad a las energías renovables.

El gran impulsor, en todo el mundo, es el Estado con legislación promocional. Entre 2006 y 2008, solamente, la inversión total en este tipo de energías fue de US$ 10.000 millones en América del Norte.

Si bien en 2006 la Ley 26.190 declaró a las energías renovables de “interés nacional”, recién en 2010 se adjudicaron una serie de proyectos para empezar a cumplir con el objetivo de que, en 2016, esas energías representen 8% de la matriz eléctrica. Mientras países con poco viento y sol se colocaron a la vanguardia en el tema, en la Argentina, que cuenta con excelentes recursos, queda todo por hacer.

El vaso medio lleno: el país tiene, según los especialistas, un potencial que cualquiera envidiaría. El vaso medio vacío: pese a ese potencial, se hizo mucho menos no solo que en los países que se convirtieron en la vanguardia en el tema (Dinamarca, Alemania) sino, también, que en otros países que con menos recursos eligieron tomar las energías “verdes” como un desafío estratégico.

El vaso medio lleno, otra vez: algo se hizo, en particular en experiencias vinculadas al agro, biocombustibles, legislación y, a paso lento, la adjudicación de una serie de proyectos a pequeña y mediana escala.

Hoy la Argentina sigue dependiendo en forma casi exclusiva del gas y el petróleo. Sobre todo en lo que se denomina la matriz primaria de energía, pero también en la secundaria (es decir, específicamente en la generación de energía eléctrica), en la que lo que no se produce en centrales térmicas (sobre todo a partir de hidrocarburos y en menor medida de carbón) llega de las centrales nucleares y las grandes represas. El porcentaje de electricidad generado de fuentes renovables y, al mismo tiempo, nada o poco contaminantes, es todavía muy bajo.

“En cuanto a los recursos, la Argentina es el quinto país con mayor potencial eólico, detrás de Rusia, Australia, Canadá y Estados Unidos, mientras que, por la constancia de sus vientos, es el primero en calidad y capacidad. El NOA tiene uno de los siete lugares del mundo que mayor radiación solar reciben, mientras que Alemania desarrolló energía solar y casi no tiene sol. Por lo que representa la industria agropecuaria y la necesidad de tratar los desechos de las grandes ciudades hay un gran potencial en biomasa. Y lo mismo pasa en mini emprendimientos hidroeléctricos y energía geotérmica. El país jamás debería dejar de lado semejante recurso”, resume, argumenta y reclama Luis Rotaeche, coordinador de la Comisión de Energías Renovables del Instituto Argentino de Energía General Mosconi (IAE).

“Con semejante potencial, la Argentina tiene gran ventaja. La primera estrategia es poner en valor ese recurso, aprender a usarlos, usándolos”, sostiene el especialista.

Por ahora, la iniciativa más importante para impulsar las energías renovables es la ley 26.190, sancionada en 2006, que establece un objetivo claro y específico: en 10 años (es decir, para 2016), 8% de la potencia eléctrica de la Argentina deberá provenir de energías renovables (que no incluye los grandes emprendimientos hidroeléctricos, que aprovechan una fuente renovable pero tienen un enorme impacto ambiental y social). Recorrida la mitad del camino, parece una meta muy lejana y difícil de cumplir.

Marcelo Álvarez, director de Aldar y director regional de Tenesol, dos de las empresas que venden “llave en mano o no” sistemas solares fotovoltaicos destaca el potencial que tiene la Argentina en ese sector y cómo, hasta ahora, el aprovechamiento es muy bajo. “El potencial de la radiación solar disponible del centro y el noroeste argentino es enorme y uno de los más altos del mundo, lo que lo hace más viable económicamente. Una instalación en esa región necesita cinco veces menos superficie de captación para alimentar el mismo consumo que en el norte de Alemania; sin embargo el mercado alemán es mucho más grande que el argentino”, menciona.

En muchos de los países desarrollados “hay marcos feed in tariff” que posibilitan sumar a la red la electricidad generada por un particular que instale sistemas fotovoltaicos en su casa o jardín con una tarifa diferencial, lo cual impulsa este tipo de generación. En la Argentina, en cambio, “el mercado ha sido hasta ahora solo off grid: sitios aislados sin conexión a la red, para electrificación rural, telecomunicaciones, balizamiento, seguridad, iluminación, bombeo de agua”, enumera Álvarez.

Rotaeche, por su parte, destaca especialmente los avances que vienen registrando en su capacidad de generación los molinos que se usan en los parques eólicos. En 1980, por ejemplo, las turbinas tenían unos 15 metros de diámetro y generaban 50 kw; 20 años después, el diámetro había crecido hasta 112 metros y la capacidad, a 4,5 MW; y el año pasado, ya se instalaron molinos de 150 metros con capacidad para 10 MW: en 30 años, el diámetro se multiplicó por 10 y la generación, por 200. “El avance tecnológico –resalta el investigador del IAE– repercute en el costo. En Estados Unidos, de 1982 a 2001, se redujo de 38 a 4 centavos el costo del Kw/h”.

Primeros pasos

En el plano local, el uso de recursos renovables llegó de la mano de la necesidad. Mientras que “95% de la población del país se encuentra altamente concentrada en centros poblados y es abastecida desde el sistema eléctrico convencional, el restante 5% se encuentra sumamente disperso en el territorio nacional, por lo que su problemática debe abordarse desde un punto de vista completamente distinto”, explica, desde el Ministerio de Planeamiento, el ingeniero Víctor Russo, coordinador general del Proyecto de Energías Renovables en Mercados Rurales (PERMER).

Iniciado a fines de 1999, el PERMER está destinado a “abastecer, prioritariamente mediante energías renovables, las necesidades energéticas básicas de los habitantes rurales que no pueden ser razonablemente abastecidos desde las redes eléctricas convencionales”. Para ello se instalan paneles solares en viviendas y servicios públicos aislados. En zonas de menor radiación (como el sur del país), se colocan generadores eólicos individuales. Además se instalan cocinas, hornos y calefones solares en edificios públicos (en zonas aisladas).

Con financiamiento del Banco Mundial (ya hubo dos créditos, uno de US$ 30 millones y otro de US$ 50 millones) y una donación (de US$ 10 millones) del Fondo Mundial para el Medio Ambiente, “hasta hoy se han electrificado 4.360 viviendas, 1.449 escuelas y 344 servicios públicos con paneles solares y 1.615 viviendas con generadores eólicos; se instalaron equipos termosolares (cocinas, hornos y calefones solares) en 272 instituciones públicas y 2.277 viviendas más recibieron energía eléctrica mediante las miniredes en pequeños poblados”, enumera Russo. Está en proceso de ejecución la electrificación con paneles solares de 15.738 viviendas en 12 provincias y de 577 escuelas en tres provincias. Y el Gobierno tiene en análisis implementar el PERMER II.

Sin embargo, se trata de una iniciativa circunscrita a áreas rurales aisladas en las que “con el curso del tiempo se justifica el elevado valor inicial de las instalaciones, las necesidades energéticas son pequeñas y los equipos pueden mantenerse a costos razonables. En las ciudades, la proliferación de electrodomésticos hace que el consumo crezca significativamente y por lo tanto el almacenamiento en baterías se transforma en algo casi inviable, o al menos muy costoso, con la tecnología actual. En tanto no se logre almacenar energía a costos razonables, la energía no renovable convencional es imprescindible para cubrir los tiempos en que no hay sol, viento u otras fuentes renovables”, explica el coordinador del PERMER.

Adjudicaciones

Aunque sancionada en 2006, la Ley 26.190 con la que las energías renovables pasaron a ser de “interés nacional” recién se reglamentó hace dos años. También en 2009, a través de Enarsa, se lanzó el programa GENREN, que licitó la incorporación al sistema eléctrico de hasta 1.000 MW generados por fuentes renovables; las adjudicaciones se conocieron a mitad del año pasado, lo que implicó que recién ahora empiece a avanzarse de a poco con los objetivos planteados en el Congreso hace cinco años.
En total se adjudicaron proyectos por 895 MW, sobre todo de energía eólica (en total 754 MW concentrados en Chubut, aunque hay 99 MW en Buenos Aires y 75 en Santa Cruz) y térmica con base en biocombustibles (110 MW en Buenos Aires, Entre Ríos y Santa Fe), pero también de pequeños aprovechamientos hidroeléctricos (10,6 MW en Jujuy, Mendoza y Catamarca) y solar (20 MW en San Juan).

Todo por hacer

“En la década de 2000, salvo los biocombustibles, que han tenido un desarrollo extraordinario, y el proyecto PERMER, que tiene una acción socialmente muy importante pero cuantitativamente marginal y no tiene nada que ver con la matriz energética del país, la Argentina no ha hecho nada en energías renovables”, asegura Rotaeche.

Con respecto a las adjudicaciones de potencia, el IAE plantea dudas respecto al precio (que según Rotaeche es casi 50% más que el pagado por proyectos similares en Brasil), sobre los períodos de concesión y sobre las dificultades de financiamiento de estos proyectos. “Es muy difícil saber el estado de esos proyectos: concretarse, nada”.

En vez de invertir en energías limpias, “en la última década, el país invirtió en nuevas centrales por 5.000 MW de energía eléctrica, entre las cuales hay una central a carbón –uno de los combustibles más agresivos para el medio ambiente y la salud humana–, y lo hemos hecho con tecnología importada, armada acá. De energía eólica se instalaron 30 MW; de solar, 1 MW, y no se hizo nada más en todo lo demás. Mientras, Brasil instaló casi 1.000 MW de energía eólica; México, 500; Chile, 170; Costa Rica, 125; Nicaragua, 65; y el mundo instaló 180.000 MW. Si no hay una estrategia muy bien pensada y consensuada –advierte el especialista del IAE–, esta década va a repetir los mismos errores”.

Tomando el ejemplo de países como Dinamarca (que cubre 20% de su matriz eléctrica con energías renovables) y Alemania, que se han planteado para 2050 producir 100% de la energía eléctrica a partir de fuentes renovables, el IAE General Mosconi está preparando un proyecto de ley a partir de “una visión global y coherente de la acción pública que permita realizar grandes inversiones en el sector”. La estrategia que plantea este proyecto que será presentado al Congreso incluye: marco regulatorio institucionalizado y de largo plazo; subvención feed in tariff; derecho a conexión a la red; transmisión adecuada; venta prioritaria de la energía generada con contratos acordes; una institución pública que dirija esta nueva política; fondo de garantía para los inversores con contra garantía de un organismo internacional; y promoción de la investigación tecnológica en energías renovables.

Rotaeche estima que un objetivo razonable para la Argentina puede ser el que tienen España o Alemania: que en un futuro entre 12 y 15% de la matriz eléctrica del país provenga de energías renovables.

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