Patagonia, El Dorado eólico

En Chubut, el pasado viernes, fue inaugurado un importante parque eólico, construido en la vasta meseta. Lo que no puede ser dominado, ha de ser aceptado como aliado. Es ésta una formulación del realismo político. El viento, en la Patagonia, señorea la meseta que ocupa todo el espacio entre la costa y la precordillera. El río Chubut cruza esa meseta a todo lo ancho, pero el don del agua es de aprovechamiento escaso hasta Ameghino y los valles cercanos a la costa marítima. Lo mismo pasa en Santa Cruz con los pocos ríos que han escapado a la tentadora inmediatez del Pacífico y emprenden la peregrinación hacia el Atlántico. En Río Negro, no faltan vientos. El río epónimo genera un valle ubérrimo, desde Neuquén, pero no ha podido enriquecer las vastedades de su derecha y su izquierda, señoríos del viento. El gran protagonista patagónico es el viento. También lo es en lo que hay de patagónico en La Pampa. Ahora ese viento moverá los cuarenta y tres aerogeneradores de un parque que también se insinúa en otros lugares y que podría avanzar más hacia el norte. Los molinos inaugurados el viernes por la presidenta proveerán energía suficiente para el consumo domiciliario anual de cien mil hogares, a través del sistema interconectado.

En Proverbios 11.29 se lee: "El que perturba su casa herederá viento, y el insensato será esclavo del sabio de corazón". Mala herencia era para los autores del Antiguo Testamento y no porque ellos o los de su tiempo hubiesen descuidado la casa, puesto que el viento era anterior a la población humana y expresaba una circunstancia natural indiferente del hombre. Lo mismo puede decirse de los argentinos: el viento estaba ahí, mucho antes que el aborigen y que el europeo. Pertenecía a una construcción que no excluía ni aceptaba a los recién venidos. Tampoco los hostilizaba.

Tardamos en idear la manera de convivir mejor con el viento y muy lentamente aceptamos la opción que ofrece para la instalación humana. Tardamos más que otros pueblos, porque estaba el petróleo y luego estuvo también el gas. En los ’90 comenzamos a malvender la heredad; en el inicio de los 2000, tornamos a las naves (ahora aeronaves) para escapar hacia el norte y el este. Se oía decir ¡Que se vayan todos! y se interpretó que se lo decían sólo a los políticos, pero el mensaje era para todos los que escapaban del naufragio. Alguien, entonces, aquí, en La Pampa, plantó un par de aerogeneradores, pero no tuvo seguidores. Incluso, donde fue posible hemos estado reemplazando los molinos de viento por bombas accionadas con una electricidad de vario origen. Recién ahora los pocos pobladores dispersos en nuestro oeste tienen luz y calor en sus viviendas, por el uso de generadores solares que provee el gobierno (nacional).

Aprendimos de una crisis que pareció terminal. ¿Aprendimos? Por lo menos, ahora buscamos seguridad en la pluralidad de las fuentes. Unos días antes se había mostrado que la usina nuclear Atucha II, demorada por décadas, está completando su construcción y que estará produciendo a pleno en 2012. Energía limpia, aunque no exenta de amenazas, porque Japón avisó que estas centrales son en sí mismas una amenaza. El vivir es peligroso. No se fueron todos hasta 2003 y han estado volviendo muchos, entre ellos los que ayudan a que la economía argentina vuelva a ser impetuosa y prometedora en medio de otros temblores, esta vez en el desarrollado norte.

Lucen hasta simpáticos los EROgeneradores eólicos. Los dos de General Acha, vistos desde la ruta, en algunos crepúsculos, parecen gigantes amables, que saludan con sus grandes brazos a los que pasan. El viajero se ha acostumbrado a buscarlos entre las lomas apenas transpuesto el cruce del Carancho, en los regresos desde la cordillera patagónica. No son ogros sino gigantes jocundos. Comunican que el legado del viento no trae castigo sino esperanza. Celebran el viento y lo reivindican.

Los vehículos eléctricos con baterías de litio no emiten CO2 ni dañan el medio ambiente, siempre que la electricidad provenga de energías renovables, como la eólica, la energía solar fotovoltaica y la termosolar o solar termoeléctrica. Los aerogeneradores podrán suministrar la electricidad al vehículo eléctrico, que en un futuro servirán también para almacenar y regular la electricidad intermitente del sector eólico.

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