De la energía nuclear a la energía solar fotovoltaica, termosolar y eólica, por Antonio Cerrillo

Eduardo González, ex presidente del Foro de la Industria Nuclear, promueve parques eólicos y centrales de energía solar termoeléctrica en FCC. La vida te da sorpresas, y en el caso de Eduardo González Gómez, alguien podría pensar que son sorpresas mayúsculas. ¿Quién le iba a decir, cuando era presidente del Foro de la Industria Nuclear –dedicado a ensalzar las bondades de esta fuente de energía–, que un día se dedicaría en cuerpo y alma a fomentar las energías eólica y solar? Para él, en cambio, siempre se ha tratado de una línea de continuidad. No reniega de haber trabajado en el sector de la energía nuclear, al que sirvió durante años.

Este ingeniero, reconocido experto en energía nuclear, estuvo ligado durante años a Iberdrola; entre 1983 y 1995 fue director técnico, consejero y luego vicepresidente del Consejo de Seguridad Nuclear; y en 1999 fue nombrado director de las nucleares de Almaraz y Trillo. Representó al máximo nivel los intereses de la energía nuclear como presidente del Foro de la Industria Nuclear Española, y en el 2008 recibió el encargo de dirigir la división de energía de Fomento de Construcciones y Contratas (FCC), con lo que su actividad dio un giro inesperado. Con su nueva tarea, está volcado en el impulso de plantas eólicas y solares. FCCestá construyendo plantas termoeléctricas en Palma del Río (Córdoba) y Villena (Alicante). ¿Es su caso una señal de los cambios que nos esperan?

Eduardo González señala que “aunque ahora trabaje en favor de las energías renovables, eso no quita que la energía nuclear esté ahí” y que tenga su espacio “si se hacen bien las cosas”, matiza. “Me considero un tecnólogo”, se confiesa, pues tanto la energía nuclear como la eólica evolucionan, mejoran. “Las energías renovables están teniendo un gran desarrollo tecnológico, como demuestran los nuevos aerogeneradores. Defiendo que la tecnología nos debe ayudar a resolver los problemas de abastecimiento de energía que tenemos”, explica.

El verdadero problema, dice, es la dependencia de los combustibles fósiles, que se enfrentan a su agotamiento y a las emisiones de CO2; por lo cual “las nucleares y las renovables son una solución”. Por eso, no hay motivos para contraponer energía nuclear y fuentes renovables (“todas ellas se necesitan”). Y aunque admite que los problemas en las nucleares de Japón son “inadmisibles”, un buen desarrollo tecnológico debe impedir que se pueda distinguir “entre energías buenas y malas”.

Pronucleares que dejaron de serlo

Ingenieros nucleares, físicos o investigadores que mantenían inicialmente posiciones a favor de la energía del átomo han cambiado, en determinadas circunstancias, su manera de pensar hasta alejarse de sus posiciones de partida. No obstante, su evolución y el distanciamiento de la energía nuclear tienen grados. Unos son simplemente críticos y subrayan los peligros de esta energía; otros se muestran cada vez más beligerantes con ella; los hay que han cambiado de bando, y finalmente no son pocos los que han pasado a la acción trabajando alineados en el campo de las energías renovables.

“Hace treinta años pensé que la energía nuclear era realmente la solución y que el mundo la necesitaba. Pero cambié de opinión tras el accidente de Three Miles Island en 1979”, dice Harry Lehmann, director de la Agencia Federal de Medio Ambiente de Alemania. Lehmann, experto en física teórica y partículas, es uno de los ingenieros y físicos alemanes que cambiaron su opinión en los años ochenta a raíz del accidente de Harrisburg. Aquel siniestro y el de Chernóbil fueron un aldabonazo en la conciencia de los jóvenes alemanes llamados a ser protagonistas del gran despegue nuclear. Y de ahí vienen los continuos vaivenes de Alemania con la industria nuclear.

“Las centrales nucleares no tienen una solución para los residuos; además, su existencia fomenta la proliferación de armas nucleares, y en tercer lugar hemos visto accidentes continuos: Chernóbil, Fukushima…”, enumera Lehmann. Para él, la experiencia ha demostrado que las plantas nucleares son sólo una buena solución energética “si no hay fallos de funcionamiento”; pero “el problema es que sabemos que los humanos no son infalibles”. Hay riesgo de atentados, accidentes naturales, inundaciones catastróficas…

Antoni Lloret i Orriols, científico catalán doctor en Ciencias Físicas, vivió una verdadera transformación personal. Dedicó muchos años a la investigación sobre física nuclear en París y Ginebra, donde fue acumulando dudas sobre esta fuente de energía a partir del secretismo con que tropezaban sus preguntas a las empresas eléctricas; hasta que finalmente descubrió de cerca todos esos peligros al elaborar un informe sobre el accidente de Harrisburg encargado por el presidente de la Generalitat Josep Tarradellas.¡

En un viaje a Estados Unidos, descubrió a los heroicos “liquidadores” que combatían las fugas de radiactividad en cortas pero intensas jornadas laborales. Sus informes sobre la radiactividad emitida fueron una referencia en Francia. “Quienes trabajan en la industria nuclear también conocen sus peligros y tienen un miedo terrible a un accidente. Incluso, su percepción del peligro nuclear es más acusado que la de un simple ciudadano, aunque lo niegan”, afirma. Lloret denuncia “la retahíla de mentiras y ocultaciones de la energía nuclear” a lo largo de su historia y sus intentos de negar o de minimizar la contaminación radiactiva generada, “lo cual explica el comportamiento de los directivos de Ascó en las últimas fugas de radiactividad”.

Para él, las consecuencias pueden ser catastróficas. “La energía nuclear no sólo destruye unas cuantas vidas humanas, sino que significa la ruina de la región afectada. En Fukushima, pasarán al menos 100 años para que vuelva a ser lo que era. La economía de Japón se verá tremendamente afectada”, dice, antes de argumentar sus dudas sobre la seguridad intrínseca de Ascó por su ubicación (incluida la rotura de un embalse en el Ebro). Y tiene su propio pronóstico para el futuro. “A partir de ahora, cada vez habrá más riesgo de accidente porque las centrales envejecen y, económicamente, a los dueños no les saldrá a cuenta corregir todos los riesgos”.

Josep Puig Boix, un ingeniero nuclear, se cayó del caballo a finales de los años 70, cuando acababa su carrera en la universidad. Se vio involucrado en las protestas contra el plan para construir unas minas de uranio en Les Guilleries, y desde entonces ha protagonizado múltiples iniciativas contra la energía nuclear. “Un reactor nuclear de 1.000MWfuncionando un año tiene tanto material radiactivo dentro como mil bombas de Hiroshima”, dice. Para Josep Puig, hoy profesor de Energía en la Universitat Autònoma, los accidentes de Fukushima “han confirmado nuestros peores pronósticos” de que podría darse un fusión nuclear.

Sus conclusiones son claras. “La energía nuclear es la opción más cara y, además, distrae recursos y capacidades para buscar otras soluciones de generación de electricidad a nuestro alcance”. También está convencido de que España puede cerrar las nucleares. “Nuestro parque eléctrico son 100.000 MW, la punta de consumo pone en marcha 44.000 MW, y las nucleares sólo suponen 8.000 MW”, expone. Cree, además, que se pueden cerrar (como reza el programa electoral del PSOE) sin que esto comporte más emisiones de gases de efecto invernadero al recurrir al gas para producir electricidad. “Bastaría coger todas las plantas térmicas y hacer cogeneración con ellas; y de esta manera ahorraríamos la quema de gas; con el calor residual de las térmicas podríamos dar calefacción y frío”, dice.

François Díaz Maurín, un ingeniero experto en estructuras civiles en plantas nucleares, se muestra muy crítico con esta tecnología. Cree que no es posible conciliar la ecuación entre seguridad nuclear y riesgo de grandes catástrofes naturales. Frente al optimismo de las primeras previsiones (un accidente grave cada 20.000 años de funcionamiento de reactor, ratio que luego se ha ido rebajando), la realidad es que “llevamos cinco grandes accidentes nucleares en 40 años, uno cada ocho años de media”, sentencia.

“La seguridad ha mejorado, pero dada la manera como se hacen los diseños de las plantas, nunca podremos anticipar todo lo que pasará en el futuro. Porque topamos con las incertidumbres de las catástrofes naturales. Y, en teoría, no podríamos hacer ningún cálculo de los riesgos si hay incertidumbres, porque se trata de una contradicción en sí misma”, dice.

Díaz Maurín, que ha trabajado en Areva (grupo francés de tecnología nuclear), afirma que el diseño de las plantas no puede preverlo todo. “Hacemos diseños para incorporar sucesos que hemos visto, pero no para los que vendrán. Y desde que se corrige un diseño hasta que se introducen mejoras en los nuevos reactores, pasan más de diez años”, indica. Este experto es muy crítico con el lenguaje de los sectores pronucleares. Juzga inadecuado hablar del reciclado de sus residuos radiactivos, cuando en realidad se trata de un reprocesado para reutilizarlos y hacer nuevo combustible con plutonio (MOX), lo que no impide los nuevos desechos. “Nunca ha habido un movimiento popular a favor de la nuclear. Las opiniones favorables a ella están ligadas a intereses privados. Hablan bien de ella personas que viven de ese trabajo. Hay que entenderlo, pero les falta objetividad”, dice Díaz Maurín.

"En el camino de las renovables tendremos una solución con menos riesgos"

Los inconvenientes de la energía nuclear explican que muchos de sus viejos partidarios cambiaran de rumbo. Harry Lehmann, director de la Agencia de Medio Ambiente de Alemania, sostiene que esta fuente sólo ofrece una aportación global marginal. “Y si se quisiera ampliar su participación habría que recurrir al aprovechamiento del plutonio, lo cual incrementaría los riesgos”, dice. Por eso, él y otros muchos apostaron por las renovables. “Si nos movemos en este camino, en el futuro encontraremos una solución con menos riesgos”, dice Lehmann, autor del estudio que ve factible que Alemania abandone las nucleares hacia el 2017 o el 2018.

De la misma manera se expresa el ingeniero Josep Puig, para quien en un futuro las renovables pueden aportar el 100% de la electricidad. Gran defensor de la solar termoeléctrica (“que ya produce electricidad de noche y de día”) y de la geotermia, admite sin embargo que “en Catalunya no se pueden cerrar de un día para otro”.

Los partidarios de la energía nuclear la ven compatibles con las fuentes renovables, pero sus críticos más acérrimos sostienen que no puede dar una respuesta global a las múltiples necesidades de abastecimiento. “Dadas las enormes y diversas necesidades de energía que tendremos, la nuclear no da una respuesta de gran alcance, como ha venido dando el petróleo, por ejemplo, pues sólo produce electricidad, pero carece de otras aplicaciones”, recuerda François Díaz Maurín. “Su aportación es marginal para las necesidades globales que tenemos (un 5% de la energía primaria pero un 21% de electricidad total en España) y sólo ofrece una respuesta muy parcial al problema del cambio climático”, dice este experto. Josep Puig dice que si no se construyen nuevas plantas en España es porque “a los teóricos interesados no les salen los números”, pues no hay impedimento. Otros indican que los pronucleares sólo confían en las subvenciones estatales para construir nuevas centrales.

Los vehículos eléctricos con baterías de litio no emiten CO2 ni dañan el medio ambiente, siempre que la electricidad provenga de energías renovables, como la eólica, la energía solar fotovoltaica y la termosolar. Los aerogeneradores podrán suministrar la electricidad al vehículo eléctrico, que en un futuro servirán también para almacenar y regular la electricidad intermitente del sector eólico.

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