Parques eólicos, ¿amenaza de aves? Falso, por José Santamarta

En la actualidad, Castilla-La Mancha cuenta con 3.078 aerogeneradores distribuidos por los 112 parques eólicos que hay en la Región. La Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife) acaba de rechazar el plan eólico de Castilla-La Mancha por carecer, a su juicio, de una adecuada integración de los criterios medioambientales y principios de sostenibilidad ambiental.

Pues esperemos que no les hagan ningún caso, porque ya está bien de tanta intoxicación e ignorancia. Hace unos días un grupito de Navarra "denunciaba" el vertido de aceite de los aerogeneradores en Navarra, y raro es el día en que alguno de estos pequeños grupos que no representan a nadie atacan a la energía eólica, con un extraño eco en periódicos que deberían contrastar sus informaciones.

Durante años se ha exagerado o distorsionado el impacto de los parques eólicos sobre las aves. El dato real: 7.000 aves en EE UU, frente a 1.500 millones de aves muertas por otras causas antropogénicas.

Primero los datos y las fuentes fiables.

Mortalidad de aves en Estados Unidos por diversas causas

-Ventanas: 976 millones de aves.
-Gatos: 110 millones de aves.
-Plaguicidas: 72 millones.
-Colisiones con torres de comunicación: 4 a 50 millones de aves.
-Caza: más de 100 millones de aves.
-Líneas eléctricas de alta tensión: 175 millones de aves.
-Atropellos: de 50 a 100 millones de aves.
-Centrales termoeléctricas de carbón y gas natural: 14,5 millones de aves.
-Centrales nucleares: 327.000 aves.
-Parques eólicos: 7.000 aves, menos del 0,0005% de las muertes de aves por causas antropogénicas.

Fuentes:
1. “Contextualizing Avian Mortality: A Preliminary Appraisal of Bird and Bat Fatalities from Wind, Fossil-Fuel, and Nuclear Electricity,” Energy Policy 37(6) (June, 2009), pp. 2241-2248.
2. US Government Accountability Office, Wind power: impacts on wildlife and government responsibilities for regulating development and protecting wildlife (Washington, DC: US GAO, September, 2005, GAO-05-906).
3. Veltri, Carl J., Klem, Daniel, 2005. Comparison of fatal bird injuries from collisions with towers and windows. Journal of Field Ornithology 76 (2), 127–133.
4. Winegrad, G., 2004. Wind turbines and birds. In: Susan Schwartz (Ed.), Proceedings of the Wind Energy and Birds/Bats Workshop: Understanding and Resolving Bird and Bat Impacts (Washington, DC: Resolve, September, 2004), pp. 22–28.
5. National Academy of Sciences. 2007. Environmental impacts of wind-energy projects (Washington, DC: National Research Council).

Cuando se aborda el impacto ambiental de una fuente de energía ha de estudiarse el ciclo completo. Entre todas las fuentes energéticas, la eólica, junto con la solar directa (termosolar y fotovoltaica), es la menos dañina. Y, sin embargo, determinados grupos han lanzado una campaña contra la energía eólica, cada parque eólico en particular y cada aerogenerador, en base a datos no contrastados o falsos, y siempre con la misma cantinela: eólica sí, pero aquí no, que en la práctica es en ninguna parte.

Ya va siendo hora de responder con datos, informes y estudios rigurosos y fiables a campañas que sólo favorecen la emisión de CO2 por las centrales térmicas o la generación de residuos radiactivos por las centrales nucleares, al impedir la alternativa más clara, sostenible y barata que existe: la energía eólica.

Los impactos sobre el paisaje y la avifauna son pequeños, o ínfimos. Mueren cientos de veces más aves estrelladas contra las ventanas que en las turbinas eólicas, que ocasionan una mortalidad ínfima: un ave cada diez años por aerogenerador de última generación. ¿Por qué esos "conservacionistas" no hacen nada contra las ventanas?

La mortalidad de aves por los aerogeneradores es de 0,269 fallecimientos por GWh; por las centrales eléctricas de combustibles fósiles, de 5,18 muertes por GWh y por centrales nucleares de 0,416 por GWh.

Si quieren proteger las aves, que pidan la eliminación de la caza, la desaparición de las ventanas de vidrio transparentes, el cierre de las carreteras (los atropellos ocasionan cientos de veces más muertes que los aerogeneradores) pero que dejen en paz a los parques eólicos.

En cuanto al paisaje, es cuestión de percepciones. Para muchos es una visión de sostenibilidad, modernidad, empleo y paz, porque en todos los lugares hay viento y nadie muere por los recursos eólicos, a diferencia del petróleo, y todas las guerras que directa o indirectamente ha provocado, y no sirven para hacer bombas nucleares (seguro que ellos prefieren Chernóbil, el Irán nuclear o Corea del Norte).

Los grupos conservacionistas, que con tan buena voluntad y tanta ignorancia critican el desarrollo de la eólica, harían bien en destinar sus esfuerzos a otros enemigos infinitamente más dañinos para el medio ambiente. Para ciertas asociaciones y algunas publicaciones parece que el enemigo a batir es la energía eólica, lo que es lamentable, dados sus beneficios ambientales, en término de emisiones evitadas de CO2, SO2 y NOx, o de generación de residuos radiactivos durante miles de años.

La colisión de algún ave contra un aerogenerador, no es nada comparada con los afectos de las lluvias ácidas y el cambio climático en la avifauna, por no hablar de otras especies y los propios seres humanos, efectos que la eólica ayuda a mitigar. La mortandad mayor en algunos lugares se debió a que a veces los parques están situados junto a vertederos o comederos de buitres. Las aves se acostumbran rápidamente a los aerogeneradores, y hasta las aves migratorias desvían su trayectoria.

En cuanto al paisaje, depende de gustos, igual que con los molinos de La Mancha o de Holanda. Afortunadamente Greenpeace y los grupos realmente ecologistas, junto a los sindicatos CC.OO y UGT, defienden el desarrollo de la eólica, minimizando, por supuesto, sus pequeños impactos ambientales.

Pero es que además la eólica se está desarrollando con un respeto para el medio ambiente que nunca se ha dado con ninguna fuente de energía. En Navarra, de los 72 emplazamientos posibles considerados inicialmente, se desecharon 50 por razones medioambientales, de forma que la propuesta inicial sólo contempló la implantación de 18 parques, quedando 4 en reserva, y lo mismo sucede en Cantabria.

En los parques eólicos se utilizan al máximo los accesos y las infraestructuras existentes, se evitan afecciones a la vegetación, se restaura la vegetación y se cierran los caminos de acceso a vehículos de motor, entre otras muchas actuaciones. La eólica apenas ocupa suelo (la ocupación real es de sólo el 1 por ciento de la superficie de los parques eólicos), es compatible con otros usos y es una instalación reversible, que tras su clausura devuelve al terreno su apariencia original.

Donde la demagogia llega a límites increíbles es en Cádiz. La eólica marina ni va a afectar a la pesca, ni al turismo, al contrario. Las plataformas eólicas son un auténtico refugio para los alevines y aumentan los recursos pesqueros. Y en cuanto al turismo, en primer lugar los parques no se ven, porque están a unos diez kilómetros de la costa, y en segundo lugar la experiencia real prueba que son una poderosa atracción turística. En Cantabria también se baten récords de falsedades.

Como recuerda la EGEA, instalar 100.000 MW en Europa ocuparía sólo un área de 8.000 Km, y el 99 por ciento de esta superficie seguiría disponible para pastos o la agricultura. Los 20.000 MW propuestos sólo ocuparían realmente 160 Km, menos del 6 por ciento del área ocupada hoy de forma irreversible por los embalses (unos 3.000 kilómetros cuadrados sólo en España).

La reducción del impacto ambiental del sector energético se logra de varias maneras. En primer lugar reduciendo el despilfarro y el consumismo, adoptando un modelo menos intensivo en energía. En segundo lugar aumentando la eficiencia y el ahorro energético. En tercero abandonando y clausurando las centrales nucleares al final de su vida útil, sin lugar a dudas la peor de todas las fuentes energéticas. En cuarto limitando, en este orden, la aportación del carbón, el petróleo y el gas natural, causa del cambio climático. En quinto, frenando la construcción de grandes embalses para producir electricidad, y los proyectos de monocultivos energéticos, que pueden tener graves repercusiones en la diversidad biológica, clausurando las plantas de incineración de residuos. Y en sexto, desarrollando la eólica, la geotérmica y todos los usos directos de la energía solar, como la fotovoltaica, la termosolar y la solar térmica, con el debido cuidado ambiental. La eólica es parte de la solución, no del problema.

Actualmente la capacidad instalada en el mundo supera los 196.000 MW, equivalente a unas 70 grandes centrales nucleares (para sustituir un megavatio nuclear hacen falta tres MW eólicos, dado que las nucleares funcionan más de 7.000 horas anuales y los aerogeneradores no suelen superar el 30% de disponibilidad).

En 2011 ya es competitiva la producción de electricidad con aerogeneradores eólicos de tamaño medio (de 1,5 a 3 MW) y en lugares donde la velocidad media del viento supera los 6 metros por segundo. Se espera que dentro de unos pocos años también la eólica marina llegue a ser rentable.

Los costes de la eólica, incluso sin considerar los ambientales, son ya casi competitivos con los de las energías convencionales. El potencial global de la energía eólica en el mundo es cuarenta veces superior al actual consumo eléctrico, incluso excluyendo todas las áreas con valor ambiental y en España en teoría se podría producir toda la electricidad con eólica, y abastecer a un futuro parque de vehículos eléctricos.

Los antieólicos sólo hacen el juego a la energía nuclear e impiden frenar el cambio climático, contribuyendo así a la pérdida de biodiversidad. Pero ante tanta tontería y tanta irresponsabilidad, va siendo hora de decir basta.

Jacobson ha realizado la primera evaluación científica cuantitativa de las principales soluciones energéticas que se han abordado o propuesto en los últimos años. No sólo ha evaluado su potencial para suministrar energía destinada a la generación de electricidad y para los vehículos eléctricos, sino también sus impactos en el calentamiento global, la salud humana, la seguridad energética, el suministro de agua, los requisitos de espacio, la fauna, la contaminación del agua, la fiabilidad y la sostenibilidad.

Sus resultados indican que las opciones a las que se les está dedicando más atención son entre 25 y 1.000 veces más contaminantes que las mejores alternativas disponibles.

"Las alternativas energéticas que son buenas no son aquellas sobre las que más se ha estado hablando. Y algunas de las que han sido propuestas son francamente espantosas", asevera Jacobson. "Los biocombustibles basados en el etanol causarán en realidad más daños a la salud humana, a la fauna, al suministro de agua y al uso de la tierra, que los combustibles fósiles actuales". El etanol también puede emitir más sustancias contaminantes de efecto invernadero que los combustibles fósiles, según los más recientes estudios científicos.

Las fuentes de energía que Jacobson encontró como las más prometedoras y con menor impacto ambiental son, por orden, la eólica, la solar termoeléctrica, la geotérmica, las mareas, las células fotovoltaicas, las olas y las centrales hidroeléctricas. En sus recomendaciones, Jacobson se pronuncia contra la energía nuclear, el carbón en cualquier forma, el etanol producido del maíz y el producido de la celulosa a partir de los pastos de las praderas. De hecho, encontró que el etanol de celulosa era peor que el etanol de maíz porque produce más contaminación atmosférica, necesita más tierras para producirlo y causa más daño a la fauna.

www.spp.nus.edu.sg/docs/fac/benjamin-sovacool/Published%20Papers/Sovacool-Contextualizing_Avian_%20Mortality.pdf

www.stanford.edu/group/efmh/jacobson/EnergyEnvRev1008.pdf

www.stanford.edu/group/efmh/jacobson/