Lester R. Brown: el consumo ha sobrepasado la capacidad regenerativa de la tierra

La economía mundial se ha multiplicado por diez desde 1950 y el consumo ha sobrepasado la capacidad regenerativa de la tierra. Los mismos factores que han impulsado el déficit ecológico contribuyen a los déficit fiscales alrededor del mundo, lo que amenaza con socavar el progreso económico y aumenta el número de personas hambrientas.

Parte del capital natural del planeta, como los combustibles fósiles o el agua de los acuíferos no renovables, es finito y agotable. Otra parte es regenerativa y puede entenderse como una cuenta bancaria que devenga intereses y, si se mantiene el capital, permite vivir de los intereses por tiempo indefinido. En la naturaleza, se puede cosechar de la tierra siempre y cuando los suelos se mantengan; se puede continuar con la pesca siempre y cuando se haga por debajo del nivel sostenible de productividad; se puede obtener agua del subsuelo siempre y cuando la extracción no exceda las posibilidades de recarga; y el carbono puede circular regularmente por la atmósfera, la tierra y los océanos sin consecuencias importantes.

A medida que la familia humana ha aumentado y la economía mundial se ha expandido, la demanda ha comenzado a superar a los activos naturales. Los bosques y los campos de cultivo sufren sobreexplotación, los pastizales sobrepastoreo, los acuíferos se agostan, se ejerce la sobrepesca en los océanos, y se emite a la atmósfera mucho más carbono del que la naturaleza puede absorber.

Muchas de estas tendencias negativas se cruzan en nuestro suministro global de alimentos. Si bien durante muchos años el mundo hacía progresos en la reducción del número de personas hambrientas, esta tendencia se invirtió a finales de 1990. En la actualidad, cerca de mil millones de personas están desnutridas en el planeta.

Como los precios de los alimentos van en aumento, es probable que las filas de hambrientos crezcan aún más. A raíz de la ola de calor en el verano de 2010 que asoló la cosecha de trigo en Rusia, el precio de los granos básicos se ha disparado a niveles casi récord en 2011. Este encarecimiento alimentario golpea a la gente en los peldaños más bajos y dolorosos de la escalera económica. Y es que muchos destinan más de la mitad de los ingresos a alimentar a sus familias.

Los gobiernos que son incapaces de garantizar alimentos adecuados y asequibles se arriesgan a enfrentarse a inestabilidad política y disturbios sociales. Si no pueden proporcionar seguridad básica, se puede desencadenar el fracaso del Estado. Muchos de los estados en crisis del mundo se ven obstaculizados por las altas tasas de crecimiento de la población y un deterioro de la base de recursos, y dependen en gran medida de la ayuda alimentaria internacional.

El tiempo se acaba, pero podemos retroceder al límite. Si bien la seguridad es una preocupación importante para los gobiernos del mundo, hemos heredado una definición de seguridad del siglo pasado, dominada por dos guerras mundiales y la Guerra Fría. En lugar de una agresión armada, hoy corremos el riesgo de las consecuencias del cambio climático, el crecimiento demográfico, la escasez de agua, la pobreza, el aumento del precio de los alimentos y el colapso de los estados. El gasto militar en todo el mundo supera 1,5 billones de dólares anuales y, sin embargo, este gasto en defensa hace muy poco por abordar las verdaderas amenazas a nuestro futuro. Con sólo desviar el 12 por ciento del gasto militar global se puede erradicar la pobreza, garantizar la atención básica de salud, estabilizar la población y restaurar los sistemas naturales de la tierra.

La estabilización del clima significa recortar rápidamente las emisiones de carbono mediante una drástica implementación de las energías renovables, maximizar la eficiencia energética, reestructurar los sistemas de transporte, frenar la deforestación y plantar árboles. Que el crecimiento más rápido en la industria energética global en la última década se haya dado en la energía solar y eólica es una primera señal de esperanza.

Los políticos hablan de reducir las emisiones de carbono en un 80 por ciento para 2050, pero probablemente sean necesarias unas metas más ambiciosas para prevenir una catástrofe climática. Las medidas de estabilización climática que se describen en “World on the Edge” (“El mundo al límite”) disminuirían las emisiones netas de carbono en un 80 por ciento en 2020.

Los vehículos eléctricos con baterías de litio no emiten CO2 ni dañan el medio ambiente, siempre que la electricidad provenga de energías renovables, como la eólica, la energía solar fotovoltaica y la termosolar. Los aerogeneradores podrán suministrar la electricidad al vehículo eléctrico, que en un futuro servirán también para almacenar y regular la electricidad intermitente del sector eólico.

www.earth-policy.org/books/wote/wote_data

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