Los ataques a las energías renovables

Los continuos ataques a las renovables, perpetrados por las eléctricas directamente o a través de los gobernantes a su servicio, no son en absoluto casuales. Existe un conflicto de fondo que es inevitable. Y no es una cuestión ideológica, sino técnica y económica.

Se explica muy bien en el informe de Greenpeace “La batalla de las redes”. Resulta que para que dispongamos de electricidad siempre que la necesitamos, las compañías eléctricas tienen que cuadrar, en cada instante, la demanda de electricidad y la producción de electricidad. Siempre que accionamos un interruptor, debe haber alguna central funcionando para que la electricidad fluya, y en la cantidad exacta. La cosa no es simple, ya que la demanda de electricidad es siempre variable, por lo que las centrales de generación, en su conjunto, tienen que “seguir” a la demanda.

Ese trabajo de “seguir” la demanda tradicionalmente se hacía con las centrales hidroeléctricas, de fuel o de gas. Y al mismo tiempo estaban las centrales nucleares y de carbón, funcionando a “piñón fijo” todo el tiempo. Es lo único que pueden hacer.

Sin embargo, en los últimos años el rápido crecimiento de las energías renovables está obligando a repensar cómo funciona esto. En nuestro país, las renovables suministraron en 2010 un 35% de la electricidad (mientras que la nuclear aportó sólo un 21% y el carbón un 8%), convirtiendo a España en un exportador neto de electricidad hacia Francia. Las renovables han llegado ya a proporcionar más de dos tercios de toda la electricidad en algunos momentos. Y la renovable más utilizada hasta ahora es la eólica, ya que es la que menos cuesta.

El problema viene cuando coinciden momentos de baja demanda eléctrica con una alta disponibilidad de viento. Entonces, ante la imposibilidad de detener las centrales nucleares, se da la orden de parar parques eólicos, dejando perder cientos de megavatios limpios. Es decir, tenemos la solución de energía limpia disponible, pero las mismas energías que causan el problema ambiental son la barrera técnica para que la solución se aplique. Y si las renovables siguen creciendo, el problema seguirá agudizándose.

Para resolverlo, hay dos posibles soluciones. Una es la que explica el informe “La batalla de las redes”: la combinación de fuentes renovables variables con otros sistemas de generación flexibles, que los hay renovables y no renovables, junto con sistemas de gestión inteligente de las redes. Si queremos aprovechar toda la energía renovable, limpia y autóctona, de que disponemos, necesitamos un sistema energético flexible, con redes inteligentes y centrales que puedan modular su producción. Y las centrales que no sean capaces de adaptarse al nuevo sistema deben ir fuera. Es decir, hay que programar el abandono de las peligrosas e inflexibles centrales nucleares.

Naturalmente, esa solución no les gusta nada a las compañías eléctricas dueñas de las nucleares, que a su vez son las dueñas de las centrales térmicas y encima lo son también de los cables por los que se mueve la electricidad. Ellas proponen otra solución más a su gusto: que se pare el crecimiento de las renovables. No les falta razón, si seguimos metiendo renovables en el sistema, las centrales “de toda la vida” pierden dinero. Así que el conflicto está servido.

Los vehículos eléctricos con baterías de litio no emiten CO2 ni dañan el medio ambiente, siempre que la electricidad provenga de energías renovables, como la eólica, la energía solar fotovoltaica y la termosolar. Los aerogeneradores podrán suministrar la electricidad al vehículo eléctrico, que en un futuro servirán también para almacenar y regular la electricidad intermitente del sector eólico.

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