La sequía en la Amazonia en 2010 fue más devastadora que la de 2005

Los análisis de las precipitaciones que se hicieron sobre una superficie de 5,3 millones de kilómetros cuadrados durante la temporada seca el año pasado ponen de manifiesto que la sequía fue más extensa y severa que en 2005, señalan los autores de esta investigación publicada en la revista estadounidense Science, con fecha 4 de febrero.

La sucesión sin precedentes en el plazo de cinco años de dos sequías graves en la Amazonia amenaza a la selva tropical más grande del mundo, que de seguir esta tendencia puede tener contados sus días como barrera natural ante las emisiones de carbono de origen humano. Así lo advierten científicos del Reino Unido y de Brasil en un estudio publicado hoy en la revista ‘Science’, en el que analizan las sequías ocurridas en el suroeste de la región en 2005 y en 2010.

Según el estudio, la sequía de 2010 puede tener mayor impacto que la de 2005, en la que fueron liberadas a la atmósfera 5.000 millones de toneladas de dióxido de carbono a causa de la muerte y la putrefacción de los árboles -en 2009, EE UU emitió 5.400 millones de toneladas de CO2 por la quema de combustibles fósiles.

Los científicos, de las universidades británicas de Leeds y Sheffield y del Instituto de Pesquisa Ambiental da Amazonia (IPAM) de Brasil midieron la lluvia caída sobre los 5,3 millones de kilómetros cuadrados de la Amazonía durante la estación seca de 2010 y comprobaron que la sequía ese año fue incluso más extendida y severa que en 2005.

Sin embargo, los expertos afirmaron en su día que el suceso de 2005 había sido inusual y sólo se produce una vez cada 100 años. "El hecho de tener dos eventos de esta magnitud en un plazo de tiempo tan pequeño es extremadamente inusual, pero desgraciadamente concuerda con los modelos climáticos que vaticinan un futuro sombrío para la Amazonia", señala en el estudio su autor principal, el Dr. Simon Lewis, de la universidad de Leeds.

Según los modelos climáticos existentes, las sequías serán cada vez más frecuentes a consecuencia de la creciente emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera. Y de seguir la tendencia actual, los bosques tropicales de la Amazonia pueden pasar de ser un valioso almacén de carbono que ralentiza el cambio climático a convertirse en una fuente importante de gases de efecto invernadero, advirtió Lewis.

Lewis y el científico brasileño Paulo Brando se basaron en la relación entre la intensidad de la sequía de 2005 y la destrucción de árboles para calcular el impacto de la sequía de 2010. Según sus predicciones, los bosques de la Amazonia no absorberán las habituales 1.500 millones de toneladas anuales de dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera en 2010 y 2011, sino que al contrario en los próximos años liberarán unas 5.000 millones de toneladas adicionales, una vez que se pudran los árboles muertos por la falta de agua.

"No sabremos con exactitud cuántos árboles han muerto hasta que completemos una serie de medidas sobre el terreno", señaló Brando, del IPAM. El científico explicó que los resultados del estudio son sólo una estimación inicial y no tienen en cuenta las emisiones de CO2 provocadas por los incendios forestales que afectan a grandes extensiones del Amazonas en los años cálidos y secos.

Los bosques de la Amazonia, que cubren un área equivalente a 25 veces el tamaño del Reino Unido y se reparten entre ocho países, aunque la mayor parte se encuentra en Brasil y Perú, absorben cada año aproximadamente 1.500 millones de toneladas de CO2. Con ello, contrarrestan las emisiones procedentes de la deforestación, la tala de árboles y los incendios en la zona, contribuyendo así a frenar el cambio climático. Pero las sequías graves destruyen los árboles, que al pudrirse liberan dióxido de carbono.

Los vehículos eléctricos con baterías de litio no emiten CO2 ni dañan el medio ambiente, siempre que la electricidad provenga de energías renovables, como la eólica, la energía solar fotovoltaica y la termosolar. Los aerogeneradores podrán suministrar la electricidad al vehículo eléctrico, que en un futuro servirán también para almacenar y regular la electricidad intermitente del sector eólico.

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