¿Por qué no me gustan las nucleares? por José Luis Marqués

Si alguna vez salimos de esta crisis, estoy seguro que aparecerán con toda su crudeza aspectos, hoy amortiguados. De ellos, posiblemente el más crítico es el relativo a la energía, con todo lo que implica. Así, la intensa utilización de combustibles fósiles en su mayoría en manos de países políticamente inestables, hace que Europa y especialmente España tenga un grado de dependencia incompatible con la estabilidad que se necesita para consolidar una prosperidad sostenible.

El precio de los combustibles fósiles, absolutamente fuera de nuestro control y directamente conectado con el precio de la energía, seguirá manteniendo a la economía occidental en libertad vigilada. El desarrollo futuro de cualquier país estará directamente relacionado con su capacidad para pagar la energía que necesita. En los últimos años, a pesar de ciertas reticencias iniciales, ha aparecido un nuevo factor en este complejo sistema que es el energético. Ese factor es la amenaza del cambio climático.

Esta amenaza se materializa sobre todo en la emisión de gases procedentes de la combustión de combustibles fósiles. La actividad humana que más contribuye a la generación de esos gases de efecto invernadero es el transporte de materiales y personas, y lo hace fundamentalmente por los millones de motores de combustión que impulsan a automóviles, camiones, barcos y aviones en todo el mundo. Para luchar contra ese efecto, se están impulsando motores eléctricos, se intenta potenciar el ferrocarril frente al transporte por carretera y otras muchas acciones que terminarán haciendo de la electricidad la forma más utilizada de energía.

Esa electricidad hoy se produce bien por medio de combustibles fósiles como son las centrales térmicas convencionales o de ciclo combinado; las centrales nucleares; o bien a través de fuentes renovables como las centrales hidroeléctricas, los molinos eólicos, los sistemas de captación de energía solar y otros de menor implantación. Lo que caracteriza a las fuentes renovables, es que apenas producen gases de efecto invernadero, son prácticamente inagotables y son autóctonas. En cambio a veces su producción no es fácil almacenarla cuando no se necesita, y es complicado armonizar su producción con su consumo en determinadas circunstancias.

Las nucleares, tienen resuelto ese problema, pues en general son lo suficientemente flexibles para producir cuando se necesita de manera estable y continuada, pero en cambio…

1. — Al final de su vida útil, generan unos residuos radiactivos que mantienen sus emisiones durante cientos de años, lo que obliga a almacenarlos con un gran costo y un riesgo evidente para generaciones venideras.

2.– Una central nuclear es más cara por unidad de potencia instalada que otro tipo de centrales, pero además, en su construcción , posterior desmantelamiento y almacenamiento de residuos, genera una considerable cantidad de CO2 que destruye el mito de su respeto por el medio ambiente.

3. — El combustible generalmente empleado, uranio, tiene unas reservas limitadas, se habla de unos 50 años, complicadas de extraer y procesar.

4. — El kilovatio producido no es más barato que el producido por otros medios, incluido los renovables, si se incluyen todos los costes. Otro mito que es conveniente poner en cuestión.

5. — La mejor alternativa renovable para las nucleares son hoy las plantas termosolares. Ya se está construyendo en el desierto de Mojave en EEUU, con contribución española, una planta de 800 megavatios equivalente al tamaño de una nuclear media.

6. — Los costos de construcción de las plantas termosolares van disminuyendo a gran velocidad conforme se va mejorando la tecnología. El combustible es inagotable, no contamina y no hay que importar el combustible.

7. — Aferrarse hoy a las plantas nucleares como solución al problema energético en un país como el nuestro, rico en energías renovables y con un más que aceptable desarrollo tecnológico en este campo, me parece un error estratégico muy grave.

Habría más razones, pero para mí estas son suficientes. Lo son al menos, para desaconsejar la construcción de nuevas centrales nucleares en el país, sin explorar exhaustivamente alternativas renovables con visión de medio y largo plazo.

Los vehículos eléctricos con baterías de litio no emiten CO2 ni dañan el medio ambiente, siempre que la electricidad provenga de energías renovables, como la eólica, la energía solar fotovoltaica y la termosolar o solar termoeléctrica. Los aerogeneradores podrán suministrar la electricidad al vehículo eléctrico, que en un futuro servirán también para almacenar y regular la electricidad intermitente del sector eólico.

Presidente del Consejo Social de la Universidad de Zaragoza