La energía eólica genera el 80% de las renovables y cobra sólo el 17% de las primas por J. M. Roger

Esto es lo que ha pasado con las renovables en los últimos dos años. Han pasado de ser consideradas inversiones de futuro a estar cuestionadas por cualquier inversor internacional. Algo en lo que ha tenido que ver la incertidumbre creada en España con el marco regulatorio.

Un sector que está creciendo en todo el mundo, que consideraba a España como un mercado modelo junto a sus empresas ¿por qué está siendo cuestionado? La incertidumbre regulatoria y desconocimiento de la realidad están detrás de todo esto.

Para aclarar las cosas, el saco de las renovables, eólica, solar, biomasa o termosolar, no son lo mismo. Es fácil de entender que por cada megavatio (MW) producido, la eólica cobra unos 72 euros aproximadamente, 300 euros la solar o 115 la biomasa. Hay una diferencia constatable que nos lleva a dejar de hablar de las energías renovables como un conjunto. Otra de las grandes confusiones y manipulaciones se ceba en las mal llamadas primas. Cuando una compañía invierte en un parque eólico, su inversión total incluye: accesos (caminos y carreteras), líneas y subestaciones eléctricas, terrenos necesarios y las turbinas con toda su obra civil. Todo ello da un monto de inversión que es la que se debe amortizar, y para ello necesita de esos 72 euros/MW. Si nos comparamos con una hidráulica que cobra 55 euros/MW, a la diferencia, esos 17 euros/MW, le llamamos prima. ¿Dónde nos confunden?

En primer lugar porque ni la carretera de acceso, ni la pared de hormigón de la presa ni la expropiación de las cientos de hectáreas para inundar son parte de la inversión, ya que son pagadas por el presupuesto del Estado, ¿no es eso también una prima?, ¿no son las subvenciones al carbón, que se dan directamente al sector minero, una prima que se da antes? En segundo lugar, esa mal llamada prima se encuentra entre las más bajas de todos los países: Italia, 165 euros/MW; Francia, 86 euros/MW; Bulgaria, 96 euros/MW; Montenegro, 96 euros/MW; y en la UE, 87 euros/MW. En tercer lugar, España tiene un objetivo para 2020 de 40.000 MW de renovables. Sólo con un apoyo incondicional a la eólica se podrá cumplir, ya que es la única tecnología que tiene capacidad y eficiencia, para poder cubrir un porcentaje importante de ese reto. De no cumplirse dicho objetivo España se verá obligada a comprar certificados verdes a la UE, por la diferencia, cuyo coste es muy superior a la prima que la eólica recibe.

No podemos seguir maltratando al sector de la energía eólica; crea empleo, genera inversión, ayuda al cambio climático y disminuye las emisiones de CO2. La energía eólica genera el 80% de la producción de renovables y cobra sólo el 17% de las primas; deberían ser datos suficientes para cambiar la situación actual. La energía eólica recibe 1.000 millones de euros de la tarifa, cuando está aportando al PIB más de 2.500 millones y su producción hace que España deje de importar combustibles fósiles por valor de más de 5.000 millones.

No se debería hablar de impacto visual sin antes hablar de capacidad de desmantelamiento. No recuerdo ningún ciclo combinado, central térmica, salto hidráulico, nuclear o presa que haya sido desmontada. Un parque eólico tiene una vida de explotación de 20 años, que si lo comparamos con todas estas otras fuentes de generación (algunas llevan más de 60 años), no es nada. Nadie se para a pensar que si el impacto visual es todo el perjuicio de un parque eólico, a los 20 años, simplemente quitando 200 tornillos, ese impacto habrá desaparecido.

En los presupuestos de cualquier parque eólico, la Administración obliga a la previsión del desmantelamiento. La energía eólica es la única de las mencionadas fuentes de energía en la que una vez desmontada, ese subjetivo impacto es nulo. Además los molinos son totalmente reciclables.

Detrás de las inversiones en energía eólica no sólo están las compañías que han construido los parques eólicos; también están las entidades financieras, cajas y bancos, que convierten junto a las empresas, mediante créditos al proyecto y cuyas inversiones suponen alrededor del 80% de la inversión total en los parques, y no olvidemos que detrás de esas entidades está parte de la economía española.

Los vehículos eléctricos con baterías de litio no emiten CO2 ni dañan el medio ambiente, siempre que la electricidad provenga de energías renovables, como la eólica, la energía solar fotovoltaica y la termosolar o solar termoeléctrica. Los aerogeneradores podrán suministrar la electricidad al vehículo eléctrico, que en un futuro servirán también para almacenar y regular la electricidad intermitente del sector eólico.

J. M. Roger es el presidente de Fersa. www.fersa.es/