¿Qué vehículo tendremos realmente? por Ramon Folch

Un nutrido grupo de expertos en automoción ha hecho vaticinios rotundos sobre el futuro del coche eléctrico a diez años vista. Le auguran cuotas de presencia en el mercado inferiores al 8% en la próxima década. Si aciertan, que podría ser, será por carambola. Para imaginar escenarios creíbles sobre el tema, con la excelencia tecnológica no basta. La movilidad se vale de los vehículos, pero depende de muchos otros factores. El sesgo del especialista es garantía de insuficiencia perceptiva.

Un estudio de la consultora multinacional KPMG (La transformación de la industria del automóvil: el efecto de la normativa medioambiental) concluye lo esperable: la industria automovilística vivirá cambios radicales y el principal vector condicionante será la regulación ambiental. No sé si los expertos en automoción se percatan de ello. El fibrocemento no ha desaparecido de la construcción por razón tecnológica alguna, sino por la legislación sanitaria.

La dificultad creciente para poner gasolina abundante y barata en el mercado y la necesidad de frenar el calentamiento global del planeta son cuestiones socioeconómicas mayores. El desarrollo de la batería de ión de litio es un tema técnico menor, o cuando menos superable. No de la noche a la mañana, pero superable. Los humanos nos regimos por leyes, fruto de opciones sociales y mecanismos de poder. Los imprescindibles instrumentos técnicos para aplicarlas están supeditados a ellas. Además, no solo los ingenieros exhiben razones técnicas. Los físicos del aire o los petrogeólogos también tienen las suyas.

Más aún: ¿han hablado expertos en automoción o simplemente en motores? El coche del inmediato futuro no tiene por qué ser siempre grande y de acero, no tiene por qué tener un motor central con transmisiones pesadas. Con un pequeño motor en cada rueda (como en los AVE más modernos) y una carrocería ligera se precisan poca energía y baterías modestas. Eso sin contar la plausible reconfiguración general de la movilidad a partir del transporte colectivo (en aviación casi no hay otro). ¿Qué expertos pronostican qué, así pues?

Los vehículos eléctricos no emiten CO2, siempre que la electricidad provenga de energías renovables, como la eólica, la energía solar fotovoltaica y la termosolar o solar termoeléctrica. Los aerogeneradores podrán suministrar la electricidad a los vehículos eléctricos, que en un futuro servirán también para almacenar y regular la electricidad intermitente del sector eólico.

 Ramon Folch Socioecólogo. Director general de ERF. www.elperiodico.com