Y el niño mordió al perro por Sergio de Otto

Lo decían los manuales de periodismo. Noticia es que el niño muerda a un perro y no que el perro muerda al niño. Un personaje llamado Gabriel Calzada, presidente del Instituto Juan de Mariana—un tinglado de los talibanes neocom, negacionistas del cambio climático y ultra liberales en su peor acepción—, no estudió periodismo pero sabe un montón de esto, bastante más que de lo suyo que se supone que es la economía. Ha aplicado la máxima periodística para inventarse un titular magnífico que no responde a la realidad pero sí perfectamente a la premisa periodística: “las energías renovables destruyen empleo”.

Y después ha puesto cuarenta folios (que se supone constituyen un estudio) plagados de inexactitudes, datos falsos, ecuaciones absurdas y recortes de prensa arbitrariamente seleccionados. Para redondear la faena lo publica en inglés y con el sello de la Universidad Rey Juan Carlos, por aquello de que el nombre de nuestro jefe de Estado suena bien por ahí.

Da igual si nada tiene sentido, el titular era bueno y como dice otro penoso dicho periodístico “que la verdad no te estropee un buen titular”. Pero, sobre todo, ha hecho felices a los capos del otro lado del atlántico que le han encargado el trabajito, capos que no son otros que el lobby del petróleo; un colectivo que no lleva muy bien eso de no tener sentado a uno de los suyos en el Despacho Oval como acostumbraban últimamente.

De hecho, el titular estaba escrito desde hace mucho tiempo. Era un mensaje reiterado en las abundantes colaboraciones de este individuo en determinada tribuna en las que, además de derrochar demagogia y una furibunda enemistad con la sensibilidad medioambiental o sostenible, ejerce como periodista titulando con otros ejemplos soberbios de veterano redactor jefe de colmillo retorcido como, por ejemplo, el que nos ofrecía el pasado otoño: “renovables subprime”. Sublime.

Hacía yo referencia a este estudio, al hablar de la ofensiva anti-renovable, cuando solo tenía conocimiento de un resumen periodístico. La lectura del estudio, sin embargo, le deja a uno perplejo. ¡Cómo es posible que teniendo las energías renovables sus pros y sus contras como toda actividad humana —aunque uno esté convencido de que son muchos más los primeros que las segundas— se invente unas fórmulas tan enrevesadas, incoherentes y absurdas para desacreditar la apuesta por las renovables de Obama empleando el ejemplo de nuestro país!

¡Cómo puede comparar ratios como, por una parte, el de importe de las primas dividido por el número de empleos (utilizando para este último la cifra más baja y obsoleta que ha podido encontrar) con el del capital medio invertido por trabajador en España! ¿Qué tendrá que ver la intensidad del capital en una inversión con la destrucción de empleo?

Cualquier economista con dos dedos de frente pondrá el grito en el cielo al comprobar la metodología empleada ignorando la habitual tabla de input-output y, por tanto, los múltiples efectos en el conjunto de la economía de cualquier actividad. ¿Quién le ha dicho a este hombre que las primas a las renovables son un plan de empleo como da a entender el enfoque del estudio? Es falsa la conclusión pero es que, además, ignora la reducción de emisiones, las importaciones de combustibles fósiles evitadas, la creación de un tejido industrial, las exportaciones del sector renovable, la creación de riqueza en el ámbito rural, y un largo y documentado —en este caso de forma seria— etcétera de retornos positivos. No le importa. Da igual. Había que rellenar para justificar porque, ya se sabe, el papel lo aguanta todo.

Pero no nos debe extrañar. Si aquí el desarrollo de las energías renovables, y la eólica en particular, pisa algunos callos, en Estados Unidos la apuesta por las renovables de Obama debe tener al borde del ataque de nervios a un poderosísimo sector convencional cuyas antenas, como es el caso del Instituto Cato, tan eficazmente —una cosa no quita la otra— han difundido el susodicho estudio en los medios más influyentes.

Nosotros seguiremos a lo nuestro: la generación de kilovatios limpios y autóctonos …, y además —lo siento, pero el resto de los estudios así lo confirman— creando empleo. Sin embargo no debemos confiarnos. Esta burda manipulación de las cifras ignorando las metodologías vigentes de la ciencia económica, que hace “unas cuentas de la vieja” para llegar a una conclusión que el autor llevaba pregonando hace tiempo junto otras excentricidades, no acaba aquí. Ayer nos despreciaban negando la viabilidad de las renovables, ahora nos envían “matones” de poca monta, pero la ofensiva no ha hecho más que empezar. Al tiempo.