La energía eólica en Cantabria – El plan eólico de Cantabria por Antonio Cendrero Uceda

Según las noticias que me han llegado, en las últimas semanas se ha producido bastante polémica sobre las previsiones del Plan Eólico del Gobierno de Cantabria. Aunque me encuentro desde hace meses fuera de España y, por tanto, no he podido seguir los detalles de esa polémica, como responsable del equipo de la Universidad de Cantabria que realizó el estudio de identificación de los lugares potencialmente favorables para acoger los futuros parques eólicos, creo conveniente comunicar algunas reflexiones.

El estudio citado, realizado por encargo de la Consejería de Industria y de GENERCAN y para el que se formalizó el correspondiente convenio con la UC, tenía por objetivo identificar las zonas de potencial aprovechamiento de la energía eólica con un impacto ambiental mínimo. Conviene tener presente lo de ‘mínimo’, ya que el impacto ‘cero’ no existe, ni para esta ni para ninguna actividad humana. Se trata, por tanto, de buscar emplazamientos que permitan llevar a cabo la actividad con afecciones limitadas, ambiental y socialmente aceptables.

Como es lógico un estudio técnico de este tipo no es ni debe ser una prescripción que determine las decisiones finales. Es únicamente uno entre los distintos elementos de juicio que los responsables tienen a su disposición. Sin conocer las decisiones que tomará el Gobierno de Cantabria, me parece oportuno explicar el procedimiento seguido y los resultados obtenidos. Como coordinador del estudio, asumo la totalidad del contenido de los trabajos realizados por los diferentes equipos que contribuyeron al mismo y, por supuesto, la responsabilidad correspondiente, pero acepto como algo natural que otras personas tengan criterios distintos, porque toda evaluación se realiza desde una selección de criterios que siempre será debatible.

Se partió de un estudio preexistente, proporcionado por GENERCAN, en el que se identificaban las zonas con recurso eólico aprovechable. A continuación se descartaron todas aquellas en donde pudiera haber afecciones negativas a los siguientes elementos: calidad del suelo, Directiva Hábitat (incluyendo LICs y ZEPAs), red Natura 2000, formaciones vegetales de interés, turberas, árboles singulares, área de protección del Oso Pardo, áreas incluidas en el convenio Ramsar, espacios naturales protegidos, Plan de Ordenación del Litoral, perímetros de exclusión alrededor de núcleos de población y vías de comunicación, patrimonio arqueológico, histórico y geológico, aves, otras especies sensibles (catálogo de la Consejería de Biodiversidad).

En concreto, el estudio relativo a las aves, realizado por la Sociedad Española de Ornitología, ha tenido en cuenta las Áreas de Importancia para las Aves (IBA), los collados que son zonas de paso y las áreas de distribución de 7 especies muy significativas. Todas las áreas en las que, por parte de los grupos de expertos, se ha considerado que podría haber impactos no deseables sobre un elemento fueron eliminadas.

Con la mayoría de los elementos del medio, los que pueden decir si los impactos son aceptables o no son los especialistas correspondientes, y así lo han hecho. En el caso del paisaje la situación es diferente, ya que se trata de un problema de percepción cualitativa y sensorial que afecta a todo el mundo, muy influido por las apreciaciones subjetivas, y la opinión de los ‘especialistas’ no tiene por qué ser la que la sociedad considere más aceptable. Por ello, en el trabajo se ha acudido a proporcionar elementos de juicio para la decisión, que incluyen aspectos cuantitativos y de percepción.

Para cada polígono se ha determinado el «área de visibilidad máxima», o superficie de Cantabria desde la cual se podría ver, sea cual sea la distancia, un generador situado en el punto más alto de dicho polígono. Igualmente se ha determinado la superficie de visibilidad, número de generadores que se verían desde cada punto, número de personas residentes y km de carreteras de distinto tipo en dicha superficie, dentro de un radio de 8 km. Esto se ha hecho como mera orientación, para disposiciones hipotéticas de ‘molinos’ en los posibles parques. Por último, con el fin de abordar los aspectos de percepción, se han hecho simulaciones que permiten ver, de manera virtual y desde distintos puntos de vista, los despliegues hipotéticos citados.

Para esos despliegues se han hecho también simulaciones de barreras visuales (arbolado) que han servido para poner de manifiesto que en unos casos la mitigación de los impactos visuales es posible y en otros no. Lógicamente, los proyectos finales que presenten las empresas serán diferentes, y a partir de ellos se podrá definir con precisión su posible impacto visual. Lo que no hace el estudio es decir si un cierto impacto visual es o no aceptable. Simplemente lo mide y lo muestra. Ha de ser la sociedad, a través de sus órganos representativos o por el medio que se determine, quien diga lo que considera aceptable.

En conjunto, se han identificado 38 polígonos potencialmente aptos, con una superficie equivalente al 2% del territorio de Cantabria y al 6% de las zonas con recurso eólico aprovechable, lo que muestra que se ha sido muy riguroso con los criterios de exclusión. Para cada uno de esos polígonos se han indicado los pros y los contras que presentan y se han hecho recomendaciones a tener en cuenta al diseñar y ejecutar los parques.

En el trabajo se ha insistido en que lo que se delimitan son zonas potencialmente aptas, a falta de definir con exactitud el número, características y lugares de emplazamiento de los generadores e instalaciones complementarias en cada parque, así como el trazado y naturaleza de las pistas de acceso. Sin dicha definición, que ha de hacerse al diseñar por parte de las empresas los proyectos, es imposible evaluar con precisión los distintos impactos. Simulaciones como las que han aparecido en la prensa, o como las muchas que el propio equipo de trabajo ha realizado, son simplemente suposiciones apriorísticas para hacerse una primera idea.

Desde hace casi 40 años he dedicado la mayor parte de mi actividad académica a trabajos que han tenido como eje conductor la protección, conservación y uso sostenible del medio. Me considero claramente un ‘ambientalista’, pero procuro abordar el tema desde una perspectiva científica, basada en datos y razonamientos. Mi participación en organismos nacionales e internacionales sobre el Cambio Global me ha llevado al convencimiento de la importancia que tiene el que, en el plazo más corto posible, seamos capaces de sustituir los combustibles fósiles por otras fuentes de energía, preferiblemente renovables y no contaminantes (pero, no nos engañemos, nunca con impacto cero), y también de reducir nuestro consumo de energía. Personalmente creo que la apuesta por las energías renovables es acertada. Permiten aprovechar una fuente de energía que no se agota, no contaminan y son totalmente reversibles. En el futuro se pueden desmontar dejando una huella prácticamente nula en el medio.

Una última aclaración. Ni estoy ni he estado nunca ligado a ningún partido. No estoy «al servicio del gobierno» ni «a sueldo de las empresas eléctricas». Cuando la Consejería de Industria me pidió que coordinara este trabajo, dije desde el primer momento que lo haría, pero que quedara claro que yo no cobraría ni un euro, precisamente para mantener mi independencia, entre otros ante la propia Consejería. El que se suscite polémica en relación con temas como este es bueno y democráticamente saludable. Eso sí, conviene hacerlo contemplando las distintas variables implicadas, sin dogmatismos, sin pensar que uno tiene la verdad absoluta y que representa en exclusiva el sentir de la sociedad.

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