Las petroleras recurren a la eólica marina

REVE

Holanda quiere construir el mayor parque eólico marino del mundo y para ello cuenta con un aliado impensado: Royal Dutch Shell PLC.

El gigante de hidrocarburos enfrenta la presión de sus accionistas para desarrollar su negocio de energía renovable. Esto, junto con la caída de los costos de construcción, ha hecho que Shell se sume al selecto grupo de petroleras que tratan de aprovechar su experiencia en la perforación marina bajo duras condiciones.

La noruega Statoil ASA construye su tercer parque eólico marino, en el mar Báltico, y desarrolla la primera central eólica flotante del mundo frente a la costa este de Escocia. Mientras tanto, la estatal danesa Dong Energy AS -otrora defensora de los combustibles fósiles- es ahora el mayor actor en el mercado eólico offshore.

Un consorcio encabezado por Shell ganó en diciembre una licitación para construir y operar una parte del gigantesco proyecto eólico holandés Borssele, en el mar del Norte. Una vez completado, la sección construida por Shell generará suficiente energía para aproximadamente un millón de hogares a 54,50 euros (US$56,95) por megavatio hora, un precio que se aproxima al de fuentes de energía más baratas como el carbón o el gas.

La competitividad del viento offshore depende en gran parte de los precios locales de la electricidad y las medidas gubernamentales, incluyendo incentivos tributarios, subsidios y tarifas garantizadas. En los mercados europeos, sin embargo, la industria eólica consideraba que la paridad estaba a años de distancia.

«En este momento, un proyecto eólico offshore es competitivo con cualquier otra fuente de energía», dice Dorine Bosman, gerente a cargo del desarrollo del negocio de energía eólica de Shell.

Los proyectos de energía eólica costa afuera implican la instalación en el fondo del mar de plataformas de acero sobre las cuales se asientan las torres que sostienen turbinas del tamaño de un edificio, con hélices más anchas que el largo de alas de un Airbus A380. Aunque históricamente son más costosos que los parques eólicos terrestres, los proyectos offshore pueden aprovechar el espacio menos restringido y vientos más fuertes y más consistentes.

La carrera tecnológica para construir estos complejos proyectos de manera rentable es tan intensa que muchas compañías, incluida Shell, no revelan el monto de su inversión y tratan sus compromisos como un secreto comercial.

La incursión de las empresas de combustibles fósiles en la energía eólica refleja su creciente sensibilidad a los esfuerzos globales para limitar el cambio climático y su efecto en la demanda de sus productos principales: el petróleo y el gas.

La francesa Total SA aspira a que 20% de su portafolio consista en negocios con bajas emisiones de carbono en los próximos 20 años. Shell estableció en 2016 una división centrada en la inversión en fuentes como la eólica, la solar y los biocombustibles. Statoil dispone de un fondo de US$200 millones para invertir en proyectos como tecnología eólica y baterías.

Las inversiones de las grandes petroleras europeas en energía eólica y otras fuentes renovables siguen siendo reducidas, alrededor de 2% de sus gastos de capital, según McKinsey. Después de haber perdido grandes sumas de dinero en el pasado, la industria es cautelosa acerca de apostar en grande en energías alternativas.

No está claro si la energía eólica offshore puede ser un generador estable de ingresos sin el apoyo del gobierno, que además de créditos tributarios y tarifas mínimas pueden incluir el acceso garantizado a las redes eléctricas.

«No tener subsidios debería ser la ambición de todo el mundo», dice Bosman, de Shell.

Costos más bajos -gracias a los adelantos tecnológicos, las economías de escala y las bajas tasas de interés- han ayudado a mover al sector en esa dirección. Hasta hace unos meses, la industria de la energía eólica apuntaba a un precio de 100 euros por megavatio hora para 2020; posteriormente, tres subastas de derechos de proyecto en Holanda y Dinamarca fijaron precios por debajo de ese nivel.

Shell se había retirado del negocio eólico offshore, que le generó pérdidas, y anunció que durante las próximas décadas se dedicaría principalmente a ser un proveedor de hidrocarburos. Sin embargo, la mejora en los aspectos económicos de la energía eólica hizo que la compañía volviera al negocio, sumándose a otras empresas.

Dong Energy ha vendido una gran parte de su negocio de combustibles fósiles, incluidos cinco yacimientos de petróleo y gas en Noruega, y ahora posee 29% de la capacidad eólica offshore mundial, según su vocero Tom Lehn-Christiansen. Goldman Sachs Group Inc. asumió una participación en la propiedad de Dong Energy en 2014, y la compañía salió a bolsa en junio pasado.

Statoil ha invertido US$2.100 millones desde 2010, o cerca de 20% de su presupuesto de gastos de capital para un año, en parques eólicos offshore. Después de dos años de altibajos en la cotización del petróleo, los precios relativamente estables de la generación eólica marina son ideales para las petroleras, señala Irene Rummelhoff, vicepresidenta ejecutiva de renovables de Statoil.

Hasta la estadounidense Exxon Mobil Corp., que no ha puesto el mismo énfasis en las energías renovables, ha incursionado en esta tecnología, con la idea de utilizar turbinas eólicas flotantes para proveer electricidad a sus plataformas petroleras y de gas en el mar.

Aunque se prevé que la energía solar sea la fuente renovable de más rápido crecimiento en los próximos cinco años, la Agencia Internacional de Energía proyecta que la capacidad de los proyectos eólicos offshore se triplicará para 2021. Aunque seguirá siendo inferior a 1% de la capacidad mundial, sus perspectivas de crecimiento son particularmente atractivas en regiones como el norte de Europa, donde la luz del sol es escasa durante la mitad del año.

Ahora que el costo de los parques eólicos offshore está cayendo, Japón, China, India y Taiwán se disponen a apostar a la tecnología, indica el Consejo Global de Energía Eólica, un grupo del sector.

El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, se ha mostrado escéptico respecto a la energía eólica y ha criticado sus costos, falta de estética y riesgos para la vida silvestre. Sin embargo, Texas fue un precursor de la energía eólica terrestre en EE.UU. durante la gestión del ex gobernador Rick Perry, el elegido de Trump para liderar el Departamento de Energía.

La generación de energía eólica offshore en EE.UU. recibió un impulso en diciembre cuando entró en funcionamiento el primer parque del país frente a las costas de Block Island, en el estado de Rhode Island. Días más tarde, Statoil ganó una licitación para un posible proyecto en el océano Atlántico al sur de Long Island, Nueva York.

Jeffrey Grybowski, presidente ejecutivo de Deepwater Wind, que desarrolló el proyecto de Block Island, reconoce que las petroleras enfrentan un panorama más difícil en EE.UU. que en Europa debido a obstáculos burocráticos y la menor cantidad de incentivos.

«Creemos que nuestros competidores van a tener mucho que aprender», observa.

lanacion.com.ar