El valor de la termosolar para el sistema

REVE

En estos momentos se está hablando mucho de nuevas subastas de energías renovables con el aparente objetivo de cumplir los compromisos 2020 al menor coste posible.

La combinación de tecnologías para la generación de electricidad es la base del nuevo modelo energético al que nos encaminamos. Por ello, es preciso analizar cada tecnología desde su valor intrínseco. Es necesario un enfoque basado en el valor global que aportan al sistema eléctrico en lugar de en el coste de generación. De lo contrario, la transición al nuevo modelo energético puede verse truncada.

Es el momento preciso para que reguladores, políticos, analistas y agentes del sector comiencen a tener muy en cuenta que cuándo se hagan necesarias nuevas unidades de generación es el valor que éstas aportan al sistema lo que verdaderamente importa, por encima del coste de generación. Este valor tiene dos componentes: i) el valor operacional, que representa el coste evitado de generación convencional en sus respectivos periodos de despacho, junto con el de los servicios auxiliares correspondientes (por ejemplo, los requisitos para la reserva rodante de potencia) y ii) el valor de capacidad, que refleja los costes de construcción evitados para nueva generación convencional en respuesta a incrementos en la demanda de energía o del cierre de plantas convencionales.

A diferencia del agua o del gas, la electricidad no se puede almacenar en grandes cantidades. Debe ser generada en el instante en que se utiliza, lo que requiere que el suministro se mantenga en equilibrio constante con la demanda. A mayor capacidad instalada en generación intermitente, mayor será la probabilidad que se produzcan situaciones de desequilibrio. Cuando se necesita más capacidad –ya sea como resultado de un crecimiento económico, como es el caso de las economías emergentes, o como resultado del desmantelamiento de centrales antiguas en países industrializados– la penetración de la generación intermitente en este tipo de sistemas necesitaría ser respaldada por nuevas centrales de combustibles fósiles.

Esto tiene tres efectos relacionados entre sí: una doble inversión para añadir capacidad adicional (fuentes renovables junto con capacidad de apoyo); una restricción considerable del tiempo de funcionamiento de las capacidades añadidas de combustible fósil, lo que aumenta considerablemente sus costes de generación, y un insalvable obstáculo para lograr un sistema de generación libre de carbono.

Nos preocupa una cierta simbiosis que comienza a percibirse entre los promotores de centrales renovables ‘fluyentes’ y el sector del gas. Los primeros quisieran aumentar todo lo que puedan su potencia instalada, mientras que los segundos se frotan las manos al pensar que dispondrán de una gran cantidad de electricidad a coste muy reducido –o incluso nulo– en muchos momentos en los que se producirá un exceso de oferta, con el que poder hidrolizar agua y mezclar el hidrógeno hasta un cierto porcentaje en las tuberías de gas, pintando así un poco de verde este combustible fósil.

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Nosotros pensamos que, al igual que en medicina, siempre es mejor prevenir la enfermedad en lugar de tener que curar sus efectos. Por ello, la única solución realmente sostenible para el futuro debe ser un mix de generación con un importante papel de las tecnologías gestionables.
Las centrales termosolares con almacenamiento son, hasta la fecha, la mejor opción. Además de su valor añadido al sistema en términos de operación y capacidad, añaden estabilidad inercial a la red y tienen un impacto macroeconómico altamente positivo. Las plantas híbridas STE con fotovoltaica también aportarían una solución atractiva reduciendo costes de generación y aumentando la flexibilidad de gestión.

Ha llegado el momento de reconocer que no es suficiente con establecer objetivos globales sobre la participación de las energías renovables en los sistemas energéticos. Vincular la necesaria alta contribución de las tecnologías de generación gestionables a estos objetivos es ya una necesidad. De lo contrario, un sistema libre de generación de CO2 no será factible y cualquier nueva inversión en renovables intermitentes tendrá muy cuestionada su plan de negocio.

Incluso en la situación actual, cuando el despliegue de la termosolar está dos órdenes de magnitud por debajo de la eólica y la fotovoltaica y sus costes de generación son algo más altos, la termosolar es la opción necesaria en la planificación de nueva capacidad en los países soleados y debe ser la opción preferente para los responsables políticos de la planificación energética cuando se analizan correctamente los impactos técnicos y económicos de todas las tecnologías.

Es hora de equilibrar las energías renovables intermitentes con las flexibles y gestionables, ya que es la única vía sostenible para la transición energética a la que estamos abocados.

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